Muchos recordarán la polémica que hubo hace año y medio con respecto al Gran Colisionador de Hadrones en Suiza, ése que supuestamente iba a acabar con nuestro planeta. Dos físicos, uno de ellos español, aseguraban que este experimento crearía un agujero negro que se llevaría por delante a toda la Tierra. Bueno, pues después de año y medio de imanes cayéndose, dale que te pego a los cálculos para que todo saliera bien, ya se ha tenido éxito.
Fuente: http://www.20minutos.es/noticia/664938/0/acelerador/particulas/cern/
Ya se han conseguido recrear las condiciones de los primeros segundos del universo, y aquí seguimos. Si los científicos del CERN consiguen encontrar lo que quieren encontrar (el bosón de Higgs), en pocos años la Física pegará un gran salto que sólo Dios sabe las aplicaciones que podría tener. La más sugerente, teniendo en cuenta el gran problema energético que vivimos últimamente, es la obtención de energía en cantidades ingentes, y seguramente limpia.
Yo tampoco sé mucho del tema, pero sé que con esta noticia se augura un periodo de unos cuantos años de grandes avances científicos. Y desde luego, también sé que a pesar de lo que digan algunos chiflados, aquí seguimos, vivos.
O no...
PD: En un universo paralelo el experimento acabó con la Tierra y toda la vida que había en ella. Un minuto de silencio por nuestros vecinos interuniversales.
martes, 30 de marzo de 2010
El Proyecto Mercurio: Capítulo 4 "Rayo de Luz"
Llena de ira, Keras se va hacia su habitación, donde Seratram escribe algunas cosas. Al entrar, da un portazo.
- ¿Qué te pasa?
- Mi hermano...
- ¿Francis?
- ¿Tengo otro hermano?
- Eh, cielo, no me hables así, ¿eh?
- Tienes razón. Mira, prométeme que no le dirás a Francis que te he dicho nada de esto.
- Claro -deja los folios y se levanta-, ¿qué pasa?
- Francis me contó lo del chivatazo a los agentes esos.
- ¿Que tenemos un topo? No te tendría que haber dicho nada.
- Tenía derecho a saberlo.
- Sí, pero sabiendo cómo eres. ¿Tanto te molesta?
- No, eso me da igual, y sé que lo hacíais porque me queréis.
- ¿Entonces?
- Francis dice que te vigile.
- ¿Cómo?
- Sí, el muy imbécil te considera sospechoso.
- ¿Pero cómo puede pensar eso? Nos conocemos desde siempre.
- Lo sé, pero está demasiado agobiado y ese estrés lo está convirtiendo en un estúpido.
- Mira, si quiere, que controle mis datos. No tengo ningún secreto.
- Seguiría desconfiando. Pero eres un hombre listo y estás acostumbrado a obtener información.
- ¿A qué viene eso?
- Eres el líder de nuestros ejércitos. Debes de encontrar a ese cerdo traidor antes de que haga algo. De momento ya nos está poniendo en la mira de esos agentes. Además de traidor es un sucio embustero. Les dijo que el “Proyecto Mercurio” tenía como finalidad acabar con todos ellos.
- ¿Cómo? Ya le dije a tu hermano que si fuésemos con la verdad por delante sería mucho más fácil todo. Ahora creen que queremos destruirlos en vez de salvarlos.
- Encuéntralo, Ser. Baja a la Tierra y empieza a investigar con esos agentes. Seguro que lo consigues y puedes demostrarle a mi hermano que eres tan leal como siempre.
- Sí, podría ser una buena idea. Gracias por decirme todo; eres un sol. No te preocupes, no le diré nada a tu hermano. Le diré que quiero observar de cerca cómo se preparan los ejércitos de la Tierra.
- Muchas gracias, cariño.
- No pasará nada -le da un beso en la frente-, voy a ver al piloto de mañana para que sepa que voy yo también.
- Hasta luego.
- Por cierto, no me has preguntado si era el traidor.
- No hace falta que te pregunte nada: sé perfectamente que no eres un traidor.
- Te quiero.
- ¿Qué te pasa?
- Mi hermano...
- ¿Francis?
- ¿Tengo otro hermano?
- Eh, cielo, no me hables así, ¿eh?
- Tienes razón. Mira, prométeme que no le dirás a Francis que te he dicho nada de esto.
- Claro -deja los folios y se levanta-, ¿qué pasa?
- Francis me contó lo del chivatazo a los agentes esos.
- ¿Que tenemos un topo? No te tendría que haber dicho nada.
- Tenía derecho a saberlo.
- Sí, pero sabiendo cómo eres. ¿Tanto te molesta?
- No, eso me da igual, y sé que lo hacíais porque me queréis.
- ¿Entonces?
- Francis dice que te vigile.
- ¿Cómo?
- Sí, el muy imbécil te considera sospechoso.
- ¿Pero cómo puede pensar eso? Nos conocemos desde siempre.
- Lo sé, pero está demasiado agobiado y ese estrés lo está convirtiendo en un estúpido.
- Mira, si quiere, que controle mis datos. No tengo ningún secreto.
- Seguiría desconfiando. Pero eres un hombre listo y estás acostumbrado a obtener información.
- ¿A qué viene eso?
- Eres el líder de nuestros ejércitos. Debes de encontrar a ese cerdo traidor antes de que haga algo. De momento ya nos está poniendo en la mira de esos agentes. Además de traidor es un sucio embustero. Les dijo que el “Proyecto Mercurio” tenía como finalidad acabar con todos ellos.
- ¿Cómo? Ya le dije a tu hermano que si fuésemos con la verdad por delante sería mucho más fácil todo. Ahora creen que queremos destruirlos en vez de salvarlos.
- Encuéntralo, Ser. Baja a la Tierra y empieza a investigar con esos agentes. Seguro que lo consigues y puedes demostrarle a mi hermano que eres tan leal como siempre.
- Sí, podría ser una buena idea. Gracias por decirme todo; eres un sol. No te preocupes, no le diré nada a tu hermano. Le diré que quiero observar de cerca cómo se preparan los ejércitos de la Tierra.
- Muchas gracias, cariño.
- No pasará nada -le da un beso en la frente-, voy a ver al piloto de mañana para que sepa que voy yo también.
- Hasta luego.
- Por cierto, no me has preguntado si era el traidor.
- No hace falta que te pregunte nada: sé perfectamente que no eres un traidor.
- Te quiero.
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Seratram sale de la habitación. Keras se sienta en la cama y mira hacia arriba mientras llora.
- Dios, por favor, dame fuerzas para soportar esta presión. Ayúdame a conseguir que a mi amado no le ocurra nada. Creo en ti, Señora, y sé que compensarás mi fe.
28 de agosto de 2001
Niemann y Seratram salen de la nave. Niemann mira a Hazel detenidamente. Seratram se fija en Sánchez, y en cómo finge no sentir desprecio hacia su cuñado. Seratram tiene una gran capacidad para ver esas cosas. Da la mano a Hazel, y luego a Sánchez, al que guiña el ojo. Confuso, siguen su camino por Bruselas. El Secretario General de la OTAN los recibe. Mientras Hazel permanece cerca de Niemann, Seratram observa el paisaje lejos de la prensa. Sánchez se acerca.
- ¿Es usted quién me envió los mensajes?
- Le puedo asegurar que no, pero estoy al tanto de la información que han recibida.
- ¿Y qué tiene que decir exactamente?
- Que no son más que mentiras. Cuando tengamos más tiempo tenemos que hablar.
- Estoy deseando.
- No le conviene ser tan orgulloso, agente. Cuando Niemann esté en la rueda de prensa, dejaremos que Hazel se quede en la sala, pero nosotros iremos afuera a hablar.
Da lugar la reunión, en la que los países de la OTAN firman unos tratados de mutuo apoyo entre los países y los ejércitos de Niemann. Tras ello, hay una multitudinaria rueda de prensa. Como acordaron, Seratram y Sánchez se van fuera, y encuentran un pasillo solitario.
- Agente, le juro que no va a escuchar ninguna mentira de mis labios.
- Vale, dígame. ¿Qué demonios es el “Proyecto Mercurio”?
- No puedo darle esa información. Niemann os ha mentido, pero por el bien de todos, y sigue siendo mi superior. Pero desde luego no tiene ninguna intención de acabar con su gente.
- Entonces, ¿cuál es la intención?
- Salvarlos a ustedes y a mi pueblo. Gaia, mi planeta, ha vivido momentos muy difíciles. Ahora, el futuro de Gaia y el de la Tierra tienen un destino fuertemente ligado.
- ¿Cómo puedo confiar en usted?
- Porque a partir de hoy, no pienso salir de este planeta. Si mi gente quisiera acabar con la Humanidad acabaría también conmigo. Así que, o cree usted que quiero morir con todos los suyos, o confía en mí y empezamos a trabajar juntos para encontrar a ese sucio traidor que esta enviándoles esa mierda para acabar con el plan y conseguir que todos ustedes caigan.
- Podría empezar dando más información usted. Dice que no va a salir ninguna mentira de su boca.
- Eso no quiere decir que le vaya a decir toda la verdad.
- No está usted diciendo nada en absoluto.
- Ni falta que hace. No voy a cometer ningún acto de traición. He puesto muchas veces en duda el plan de mi cuñado, pero no por ello voy a dejar de obedecer sus órdenes.
- ¿Sabe usted que es un ser bastante raro y frío?
- Usted no me conoce. Dejémonos de tonterías y enséñeme la información que ha recibido.
- En mi casa las cosas las pedimos por favor.
- No me busque, agente Sánchez. Puede seguir diciendo estupideces o empezar a colaborar para salvar a su maldito planeta.
- Está bien, pero no me hable de esa manera.
- Así me gusta. Esta tarde comunicaremos que me quedaré aquí en la Tierra para controlar los avances de las unidades militares en materia armamentística.
- Todos estos días Niemann viene a la Tierra.
- Sí, pero dentro de un par de semanas deberá quedarse en la base. Exactamente el 9 de septiembre.
- Estupendo, ese día iremos a verlo a usted.
- ¿Han informado de algo de esto a sus gobiernos?
- Hemos informado a nuestras respectivas agencias, pero han aceptado nuestro consejo de no informar de momento a los gobiernos.
- Perfecto.
La rueda de prensa acaba, y Hazel sale junto a Niemann. Seratram recibe a los generales de los distintos países y se marcha con ellos. Hazel y Sánchez acompañan a Niemann hasta la nave. Cuando despega, Hazel se vuelve rápidamente hacia Sánchez.
- ¿Qué quería el general?
- Básicamente dice que Niemann miente, pero que también nuestro contacto. Según él es mentira que quieran acabar con nosotros.
- ¿Entonces qué demonios pasa?
- No lo sé. No ha querido darme nada de información. Puede que mienta, o puede que no, pero desde luego si miente, tiene unos cojones muy grandes, porque si atacan la Tierra, él muere con nosotros.
En ese momento, suena el móvil de Sánchez.
- Sánchez.
- Señor Sánchez, sé perfectamente que acaba de hablar con Seratram.
- Anda, Hazel, pero si es nuestro amigo misterioso. Tenemos muchas ganas de hablar con usted cara a cara. Seratram me ha dado razones para creer que usted nos miente.
- Eso es porque él no tiene ni idea de nada.
- Creía que él era el máximo dirigente militar de los vuestros.
- Y lo es, pero él no sabe nada. Todo esto es obra de Niemann y de la perra de su hermana. Ellos dos son los líderes políticos. Ellos son los que han llenado la cabeza de nuestra gente con mentiras. Sin embargo, nadie sabe que su verdadera intención es acabar con todos vosotros. Todo es una maldita red de mentiras de esa familia.
- Entonces, ¿por qué no informa al general?
- Bueno, sencillamente no me creería. Keras lo tiene totalmente hechizado. Además, en el caso de que lo hiciera... Seratram tiene un temperamento inestable, y podría provocar un conflicto en la base que acabara con demasiadas vidas. Por eso es muy importante que él no sepa nada de lo que yo le he dicho.
- Pero usted no me dijo nada antes de que Seratram no supiera nada. Parece como si usted adaptara sus mentiras a la situación.
- Piense lo que quiera, pero la verdad ya la vio usted en el informe.
- ¿Y cómo nadie ha visto nada raro en las construcciones?
- Porque son nanomáquinas dirigidas directamente por ordenador las que construyen esa arma. Sólo Keras puede entrar en esas instalaciones. Nadie más es necesario, ni nadie más tiene acceso al ordenador. Niemann sólo tiene que ser informado y dar instrucciones a su hermana. Créanme, no son hermanos de sangre, pero ambos tienen la mente igual de retorcida. No sólo son un peligro para ustedes, sino para mi gente. Mantengan a Seratram en el planeta. Mientras él permanezca allí, Keras se negará a atacar a la Tierra.
- Pero nosotros no podemos hacer nada para parar esto si no avisamos a nuestros gobiernos. Si Keras ha mentido a Seratram, a lo mejor no le importa tanto acabar con él.
- No informen de nada. Tengo todo bajo control. Puedo acabar con esto sin necesidad de un conflicto mayor.
- ¿Cómo?
- Me temo que de momento no le puedo decir nada más. Pero le aseguro que Keras no matará a su esposo; pondría a todos en su contra.
- Entonces, ¿para qué demonios me informa?
- Para que cuando todo esté resuelto, ustedes puedan informar a su gente. Además, si Niemann está nervioso, todo será mucho más fácil.
- No entiendo nada. ¿Quién demonios es usted? ¿Qué quiere de mí?
- Proteja a Seratram y colabore con él, mantengan a Niemann controlado y permanezcan a la espera.
- Pero -la llamada acaba- no me ha...
- ¿Qué dice?
- ¡Nada -indignado-, no me dice nada!
- No grites.
- Siento que no hacen más que mentirme por todos lados.
- Entonces, ¿qué hacemos?
- No lo sé.
- ¿Seratram quería que te reunieras con él otra vez?
- Sí, dentro de dos semanas.
- A lo mejor deberíamos de pasar a la acción.
- ¿A qué te refieres?
- Este tipo no para de darte información acerca de un plan para acabar con todos nosotros, pero a la hora de la verdad no da la cara. Mientras, Niemann y Seratram no quieren colaborar y no nos cuentan nada.
- Creo que Seratram no es mala gente.
- Pero es un estúpido cabeza hueca. Lo que tenemos que hacer es aprovechar que Seratram está aquí y exigirle información.
- ¿Exigirle?
- Dicen que cualquier rasguño en esos trajes acabaría con ellos. Puede que esté dispuesto a arriesgar su vida, pero si acabáramos con él podríamos estudiarlo y arriesgaríamos todo, y eso es algo a lo que seguro que no está dispuesto.
- Estás loco.
- En absoluto. Podremos obtener información y te aseguro que no hará falta herir a Seratram. Cantará, y como que hay Dios que vamos a empezar a saberlo todo.
- Eso es una locura, es... -se queda pensando- Pero es lo único que podemos hacer. Sí, lo haremos.
- De acuerdo: pedimos un rato a solas, lo encerramos y le sacamos un maldito cuchillo.
- De acuerdo. Hagámoslo al modo americano.
En la Luna, Keras se encuentra en una sala frente a un gran ordenador. Observa detenidamente a la pantalla, mientras teclea y se dice a sí misma.
- Está cada vez más cerca. Todo va según lo planeado; nada puede salir mal. Papá, pronto nuestra misión habrá terminado. No quedará ni uno con vida, lo juro por Dios.
- Dios, por favor, dame fuerzas para soportar esta presión. Ayúdame a conseguir que a mi amado no le ocurra nada. Creo en ti, Señora, y sé que compensarás mi fe.
28 de agosto de 2001
Niemann y Seratram salen de la nave. Niemann mira a Hazel detenidamente. Seratram se fija en Sánchez, y en cómo finge no sentir desprecio hacia su cuñado. Seratram tiene una gran capacidad para ver esas cosas. Da la mano a Hazel, y luego a Sánchez, al que guiña el ojo. Confuso, siguen su camino por Bruselas. El Secretario General de la OTAN los recibe. Mientras Hazel permanece cerca de Niemann, Seratram observa el paisaje lejos de la prensa. Sánchez se acerca.
- ¿Es usted quién me envió los mensajes?
- Le puedo asegurar que no, pero estoy al tanto de la información que han recibida.
- ¿Y qué tiene que decir exactamente?
- Que no son más que mentiras. Cuando tengamos más tiempo tenemos que hablar.
- Estoy deseando.
- No le conviene ser tan orgulloso, agente. Cuando Niemann esté en la rueda de prensa, dejaremos que Hazel se quede en la sala, pero nosotros iremos afuera a hablar.
Da lugar la reunión, en la que los países de la OTAN firman unos tratados de mutuo apoyo entre los países y los ejércitos de Niemann. Tras ello, hay una multitudinaria rueda de prensa. Como acordaron, Seratram y Sánchez se van fuera, y encuentran un pasillo solitario.
- Agente, le juro que no va a escuchar ninguna mentira de mis labios.
- Vale, dígame. ¿Qué demonios es el “Proyecto Mercurio”?
- No puedo darle esa información. Niemann os ha mentido, pero por el bien de todos, y sigue siendo mi superior. Pero desde luego no tiene ninguna intención de acabar con su gente.
- Entonces, ¿cuál es la intención?
- Salvarlos a ustedes y a mi pueblo. Gaia, mi planeta, ha vivido momentos muy difíciles. Ahora, el futuro de Gaia y el de la Tierra tienen un destino fuertemente ligado.
- ¿Cómo puedo confiar en usted?
- Porque a partir de hoy, no pienso salir de este planeta. Si mi gente quisiera acabar con la Humanidad acabaría también conmigo. Así que, o cree usted que quiero morir con todos los suyos, o confía en mí y empezamos a trabajar juntos para encontrar a ese sucio traidor que esta enviándoles esa mierda para acabar con el plan y conseguir que todos ustedes caigan.
- Podría empezar dando más información usted. Dice que no va a salir ninguna mentira de su boca.
- Eso no quiere decir que le vaya a decir toda la verdad.
- No está usted diciendo nada en absoluto.
- Ni falta que hace. No voy a cometer ningún acto de traición. He puesto muchas veces en duda el plan de mi cuñado, pero no por ello voy a dejar de obedecer sus órdenes.
- ¿Sabe usted que es un ser bastante raro y frío?
- Usted no me conoce. Dejémonos de tonterías y enséñeme la información que ha recibido.
- En mi casa las cosas las pedimos por favor.
- No me busque, agente Sánchez. Puede seguir diciendo estupideces o empezar a colaborar para salvar a su maldito planeta.
- Está bien, pero no me hable de esa manera.
- Así me gusta. Esta tarde comunicaremos que me quedaré aquí en la Tierra para controlar los avances de las unidades militares en materia armamentística.
- Todos estos días Niemann viene a la Tierra.
- Sí, pero dentro de un par de semanas deberá quedarse en la base. Exactamente el 9 de septiembre.
- Estupendo, ese día iremos a verlo a usted.
- ¿Han informado de algo de esto a sus gobiernos?
- Hemos informado a nuestras respectivas agencias, pero han aceptado nuestro consejo de no informar de momento a los gobiernos.
- Perfecto.
La rueda de prensa acaba, y Hazel sale junto a Niemann. Seratram recibe a los generales de los distintos países y se marcha con ellos. Hazel y Sánchez acompañan a Niemann hasta la nave. Cuando despega, Hazel se vuelve rápidamente hacia Sánchez.
- ¿Qué quería el general?
- Básicamente dice que Niemann miente, pero que también nuestro contacto. Según él es mentira que quieran acabar con nosotros.
- ¿Entonces qué demonios pasa?
- No lo sé. No ha querido darme nada de información. Puede que mienta, o puede que no, pero desde luego si miente, tiene unos cojones muy grandes, porque si atacan la Tierra, él muere con nosotros.
En ese momento, suena el móvil de Sánchez.
- Sánchez.
- Señor Sánchez, sé perfectamente que acaba de hablar con Seratram.
- Anda, Hazel, pero si es nuestro amigo misterioso. Tenemos muchas ganas de hablar con usted cara a cara. Seratram me ha dado razones para creer que usted nos miente.
- Eso es porque él no tiene ni idea de nada.
- Creía que él era el máximo dirigente militar de los vuestros.
- Y lo es, pero él no sabe nada. Todo esto es obra de Niemann y de la perra de su hermana. Ellos dos son los líderes políticos. Ellos son los que han llenado la cabeza de nuestra gente con mentiras. Sin embargo, nadie sabe que su verdadera intención es acabar con todos vosotros. Todo es una maldita red de mentiras de esa familia.
- Entonces, ¿por qué no informa al general?
- Bueno, sencillamente no me creería. Keras lo tiene totalmente hechizado. Además, en el caso de que lo hiciera... Seratram tiene un temperamento inestable, y podría provocar un conflicto en la base que acabara con demasiadas vidas. Por eso es muy importante que él no sepa nada de lo que yo le he dicho.
- Pero usted no me dijo nada antes de que Seratram no supiera nada. Parece como si usted adaptara sus mentiras a la situación.
- Piense lo que quiera, pero la verdad ya la vio usted en el informe.
- ¿Y cómo nadie ha visto nada raro en las construcciones?
- Porque son nanomáquinas dirigidas directamente por ordenador las que construyen esa arma. Sólo Keras puede entrar en esas instalaciones. Nadie más es necesario, ni nadie más tiene acceso al ordenador. Niemann sólo tiene que ser informado y dar instrucciones a su hermana. Créanme, no son hermanos de sangre, pero ambos tienen la mente igual de retorcida. No sólo son un peligro para ustedes, sino para mi gente. Mantengan a Seratram en el planeta. Mientras él permanezca allí, Keras se negará a atacar a la Tierra.
- Pero nosotros no podemos hacer nada para parar esto si no avisamos a nuestros gobiernos. Si Keras ha mentido a Seratram, a lo mejor no le importa tanto acabar con él.
- No informen de nada. Tengo todo bajo control. Puedo acabar con esto sin necesidad de un conflicto mayor.
- ¿Cómo?
- Me temo que de momento no le puedo decir nada más. Pero le aseguro que Keras no matará a su esposo; pondría a todos en su contra.
- Entonces, ¿para qué demonios me informa?
- Para que cuando todo esté resuelto, ustedes puedan informar a su gente. Además, si Niemann está nervioso, todo será mucho más fácil.
- No entiendo nada. ¿Quién demonios es usted? ¿Qué quiere de mí?
- Proteja a Seratram y colabore con él, mantengan a Niemann controlado y permanezcan a la espera.
- Pero -la llamada acaba- no me ha...
- ¿Qué dice?
- ¡Nada -indignado-, no me dice nada!
- No grites.
- Siento que no hacen más que mentirme por todos lados.
- Entonces, ¿qué hacemos?
- No lo sé.
- ¿Seratram quería que te reunieras con él otra vez?
- Sí, dentro de dos semanas.
- A lo mejor deberíamos de pasar a la acción.
- ¿A qué te refieres?
- Este tipo no para de darte información acerca de un plan para acabar con todos nosotros, pero a la hora de la verdad no da la cara. Mientras, Niemann y Seratram no quieren colaborar y no nos cuentan nada.
- Creo que Seratram no es mala gente.
- Pero es un estúpido cabeza hueca. Lo que tenemos que hacer es aprovechar que Seratram está aquí y exigirle información.
- ¿Exigirle?
- Dicen que cualquier rasguño en esos trajes acabaría con ellos. Puede que esté dispuesto a arriesgar su vida, pero si acabáramos con él podríamos estudiarlo y arriesgaríamos todo, y eso es algo a lo que seguro que no está dispuesto.
- Estás loco.
- En absoluto. Podremos obtener información y te aseguro que no hará falta herir a Seratram. Cantará, y como que hay Dios que vamos a empezar a saberlo todo.
- Eso es una locura, es... -se queda pensando- Pero es lo único que podemos hacer. Sí, lo haremos.
- De acuerdo: pedimos un rato a solas, lo encerramos y le sacamos un maldito cuchillo.
- De acuerdo. Hagámoslo al modo americano.
En la Luna, Keras se encuentra en una sala frente a un gran ordenador. Observa detenidamente a la pantalla, mientras teclea y se dice a sí misma.
- Está cada vez más cerca. Todo va según lo planeado; nada puede salir mal. Papá, pronto nuestra misión habrá terminado. No quedará ni uno con vida, lo juro por Dios.
jueves, 25 de marzo de 2010
El Proyecto Mercurio: Capítulo 3 "¿Dónde está la verdad?"
21 de agosto de 2001
NOTA: Las partes en cursiva son originalmente en español, en vez de en inglés.
Niemann, Hazel, y Sánchez van en una pequeña nave. Su destino es el cuartel de la brigada Castillejos de caballería en Zaragoza, donde verán cómo la unidad se adapta a los nuevos vehículos. Hazel habla con Sánchez.
- Entonces, ¿dices que tu primo es el general?
- General de Brigada Ernesto Sánchez.
- Parece que lo del servicio viene de genética.
- Se ve -se ríe-, pero en diferentes aspectos.
- ¿Y cómo llevó tu padre lo de casarse con una alemana? Yo me las imagino como mujeres a las que les gusta mandar.
- No sé otras, pero desde luego mi madre concuerda con tu descripción.
- ¿Y veníais mucho?
- Al menos una vez al año hacíamos una visita a Zaragoza a ver a la familia. Cuando eres joven, esas visitas empiezan a gustar demasiado. En invierno no hay quien viva en casa.
- Un cuerpo de español para vivir en Alemania tiene que ser algo jodido. Con el frío...
- Sí, pero nací y me crié allí. El riego hace más planta que la semilla.
- Vaya expresiones más raras que te inventas. ¿Sabe tu primo que vienes?
- No, he preferido darle una sorpresilla.
- Señores -dice el piloto-, estamos llegando.
- Está bien, -responde Niemann- señores, recuerden: ustedes van conmigo para mejorar relaciones. Si el resto de humanos saben que existen fallos en la seguridad en nuestros sistemas, podrían empezar a desconfiar, y bien es sabido que sin confianza se trabaja mucho peor.
NOTA: Las partes en cursiva son originalmente en español, en vez de en inglés.
Niemann, Hazel, y Sánchez van en una pequeña nave. Su destino es el cuartel de la brigada Castillejos de caballería en Zaragoza, donde verán cómo la unidad se adapta a los nuevos vehículos. Hazel habla con Sánchez.
- Entonces, ¿dices que tu primo es el general?
- General de Brigada Ernesto Sánchez.
- Parece que lo del servicio viene de genética.
- Se ve -se ríe-, pero en diferentes aspectos.
- ¿Y cómo llevó tu padre lo de casarse con una alemana? Yo me las imagino como mujeres a las que les gusta mandar.
- No sé otras, pero desde luego mi madre concuerda con tu descripción.
- ¿Y veníais mucho?
- Al menos una vez al año hacíamos una visita a Zaragoza a ver a la familia. Cuando eres joven, esas visitas empiezan a gustar demasiado. En invierno no hay quien viva en casa.
- Un cuerpo de español para vivir en Alemania tiene que ser algo jodido. Con el frío...
- Sí, pero nací y me crié allí. El riego hace más planta que la semilla.
- Vaya expresiones más raras que te inventas. ¿Sabe tu primo que vienes?
- No, he preferido darle una sorpresilla.
- Señores -dice el piloto-, estamos llegando.
- Está bien, -responde Niemann- señores, recuerden: ustedes van conmigo para mejorar relaciones. Si el resto de humanos saben que existen fallos en la seguridad en nuestros sistemas, podrían empezar a desconfiar, y bien es sabido que sin confianza se trabaja mucho peor.
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La nave aterriza, y salen los 3 hombres.
- Señor Niemann, soy el general Sánchez, es un placer tenerlo en las... ¿Karl? -Lo abraza- ¿Qué demonios haces aquí?
- Pues nada, cooperación con el señor Niemann.
- Cómo crecéis los teutones, macho. Señor Niemann, perdóneme por...
- Tiene mi perdón. Bueno, comencemos la visita.
- Por fin -dice Hazel-; creí que estarían hablando en español todo el maldito día.
- Si no le supone ningún inconveniente, nos hablaremos en inglés. Yo estoy más familiarizado, y creo que el señor Hazel nos lo agradecerá.
- Por supuesto, señor Niemann. Bueno, antes de nada, oficial Lakl, al señor Niemann está claro que lo conoce; estos son Karl Sánchez, de los servicios de inteligencia; y...
- Agente John Hazel, de la CIA.
- Mucho gusto, agentes. Señor -dirigiéndose a Niemann-, le informo de que ésta unidad está teniendo estupendos resultados a la hora de adaptarse a la nueva maquinaria.
- Perfecto, oficial.
- ¿Ya han aprendido -replica Sánchez- a utilizar vehículos tan nuevos?
- Cambiaron el manejo -responde el general- para hacerlo más parecido a los de los tanques que teníamos. De todas formas, aún nos queda mucha práctica.
Durante la mañana, los tres visitan todas las instalaciones. De repente, a Sánchez le suena el teléfono.
- ¿Me disculpan? Voy un momento afuera. ¿Diga?
- Agente Sánchez -dice una voz distorsionada-, creo que mi mensaje dejaba las cosas bien claras.
- Así que es usted el que me mandó el mensaje. Mire, no sé cómo quiere que desconfíe de Niemann si no me da ninguna prueba.
- Siempre tan desconfiados... Y sin embargo os habéis tragado todas y cada una de las mentiras de Niemann. Así lo único que lograréis es que se haga con la suya y acabe con todos vosotros.
- Mire, si quiere que haga algo, deme alguna prueba. ¿Está dispuesto?
- ¿Quiere saber la verdad? Reúnase conmigo en la salida de su hotel a eso de las 12 de la noche. ¿Quiere respuestas? Le entregaré todo el maldito “Proyecto Mercurio”.
- ¿Qué demonios es eso?
- Ya lo entenderá.
Cuelga. Sánchez sale de la habitación, y se dirige a Hazel, que observa el campo.
- Lo hemos logrado, lo hemos puesto nervioso.
- ¿A quién?
- Al que me envió el mensaje.
- ¿Era él? ¿Qué ha dicho?
- Se va a reunir conmigo a la entrada del hotel. Te apuntas, ¿no?
- ¿No ha quedado sólo contigo?
- Creo que es bueno que apretemos las tuercas y hagamos saber quién manda.
- ¿Sabes? Al final vas a caerme bien y todo.
Esa noche, ambos bajan “a tomar algo en el bar”. En la entrada no encuentran ningún hombre. El móvil. Es un mensaje: “¿De verdad creía que me dejaría ver? Busque en la papelera que hay justo afuera”. Salen y en esa papelera encuentran una carpeta.
- Nos la ha jugado.
- El cabrón sabía que si me decía que venía, iría seguro. De todas formas, a ver qué nos ha dejado. A ver, te leo: El Proyecto Mercurio es un proyecto de investigación y contrucción de un arma de alta potencia. Para ello se requiere el acceso al satélite de la Tierra, en la parte oculta del cual será construida el arma para evitar intromisiones de los habitantes del planeta. Esta arma se compondrá de una inmensa cantidad de cañones capaz de lanzar misiles con una alta carga atómica con una gran precisión. De esta manera, podremos acabar con los miles de millones de vidas que queremos destruir. Sólo así podremos asegurar nuestro futuro.
- Dios nos asista... ¿No dice nada más?
- Datos tecnológicos sobre el arma en cuestión, no entiendo nada. Y aquí hay... - Espera... Fotos de satélite.
-¿De qué?
- Es la superficie de la Luna en la cara oculta. Esta llena de obras. En esta se ve a Keras, la hermana de Niemann, hablando con unos obreros.
- Eso significa... Tengo que hablar con él -comienza a subir las escaleras-.
- ¿Con quién?
- Con Niemann.
- ¡No! Si le dices algo no podremos sacar más información.
- ¿Cuánta información más necesitas? ¡Quieren acabar con todos nosotros!
- No seas estúpido, la misión...
- La misión ha terminado.
Hazel llega a la habitación de Niemann.
- Señor Niemann, tiene que abrir, rápido.
- ¿Qué pasa?
- Rápido.
- Espera, ya voy.
Cuando abre, Hazel entra, señala a Niemann, que toma distancia.
- ¿Qué demonios le pasa? Más le vale no tocarme, cualquier raja en mi traje causaría mi muerte.
- No me dé ideas.
- ¿Pero qué coño le pasa?
- Hábleme del “Proyecto Mercurio”.
- No sé de qué demonios me habla.
- No se haga el tonto conmigo.
- Hazel -dice Sánchez-, tranquilízate.
- ¿Que me tranquilice?
- Señor Niemann, el topo que tienen metido nos ha hablado sobre un proyecto para acabar con la Humanidad.
- Eso es totalmente falso. Está claro que se lo ha inventado. No quiere hacer otra cosa que fastidiar nuestra misión.
- Por supuesto, no tenemos ninguna prueba contra usted. Pero no se preocupe, yo me ocupo de tranquilizar a mi compañero. Pero nos ayudaría mucho si usted nos dejara investigar en la base.
- ¿Después de esta agresión a mi honor? Además, ¿cree usted que los míos se sentirían cómodos con el aparato policial de la Tierra controlándonos? No, no voy a dejarle entrar a mi casa para que genere desconfianza, señor Niemann. Me voy ya mismo. Piloto, vayámonos a casa ya mismo.
- Será hijo de... -susurra Hazel
Sánchez se lleva a Hazel, que lo mira entre cabreado y confuso. Estando ya solos en su habitación.
- ¿Que no tenemos ninguna prueba, Sánchez?
- Mira, podríamos haberle exigido que nos llevara a su base, ahora la has cagado. De todas formas, algo bueno tendría que tener. Se pondrá nervioso, y con suerte el contacto requerirá que lo protejamos. Cuando eso ocurra, le preguntaremos más cosillas.
- No hace falta que le preguntemos nada, con informar a nuestros países y bombardeen toda la maldita Luna.
- Americanos... No sabemos hasta qué punto son cómplices los suyos. Podríamos acabar con miles de inocentes.
- Son ellos o nosotros.
- Tranquilo. Un arma de esas características les llevará tiempo, por mucho que tengan una tecnología mnuy avanzada. En el archivo decía que por lo menos llevaría unos 2 años de aquí a que terminen. Lo que vamos a hacer es avisar a nuestras respectivas agencias, dejar en sus manos el dar dicha información al resto de agencias, y actuar para que de momento la población no sepa nada.
Niemann llega y se encuentra con su hermana.
- Francis, ¿te pasa algo?
- Debo hablar contigo, a solas.
- Si quieres que venga Ser, está reunido con el resto de oficiales.
- He dicho a solas, Mir.
Se van a una habitación los dos solos.
- No te lo había dicho por no preocuparte, pero tenemos un topo, alguien del Gobierno que esta burlando la seguridad no sé cómo y esta dando información a los dos agentes que van conmigo.
- ¿Qué -cabreada-?
- Sí pero, en parte, falsa. Sabían que existía el “Proyecto Mercurio”, pero creían que estaba destinada a acabar con ellos. El caso es que deben saber que somos sus aliados. Tenemos que encontrar al que esté haciendo esto.
- Me tendrías que haber informado antes, Francis.
- Ya lo sé, pero conociendo cómo te preocupas por todo...
- ¿Y cómo han podido burlar la seguridad? Todas las comunicaciones están controladas por el ordenador central, y no hay manera de...
- No todas, Mir. Sé que a lo mejor no te gusta lo que te voy a pedir, pero tienes que ser objetiva, ¿vale?
- ¿A que te refieres?
- Quiero que tengas controlado a Ser.
- ¿Cómo?
- Desde que comenzó todo esto no ha parado de poner en duda el proyecto.
- No sé cómo se te puede ocurrir eso. Ser ha estado contigo desde que erais unos críos, adoraba a nuestros padres, y desde luego no es un sucio traidor. No quiero que vuelvas a hablar así de mi marido.
- Mir, estás viéndolo con el corazón, pero debes de ponerte a pensar. Vamos, eres más lista que cualquiera de los que estamos en esta base.
- Francis -enfurecida y gritando-, te conozco desde que tengo uso de conciencia, nos hemos criado juntos y tenemos la misma edad. Nuestras vidas han ido siempre por el mismo camino, pero de verdad que no te conozco cuando hablas así. No voy a permitir que sigas comparando a la persona que amo con un sucio traidor.
- Tienes que decidir, Mir, si seguir a la razón o a los sentimientos.
- No me hace falta. Tú eres el primero que dice que los sentimientos son los que nos hacen fuertes.
- Pero a veces pueden nublar nuestra visión de la realidad.
- Mira, aunque Ser no fuera mi esposo, sabría perfectamente que él no tiene nada que ver conmigo. ¿Por qué demonios haría algo así?
- Porque siempre me envidió.
- Francis, te juro que estás empezando a darme asco. Me voy a dormir con mi querido marido, y espero que mañana te disculpes ante mí por criticar así a alguien de tu familia. Yo voy a confiar en los valores familiares que nuestros padres nos inculcaron.
Keras sale y da un portazo.
- Señor Niemann, soy el general Sánchez, es un placer tenerlo en las... ¿Karl? -Lo abraza- ¿Qué demonios haces aquí?
- Pues nada, cooperación con el señor Niemann.
- Cómo crecéis los teutones, macho. Señor Niemann, perdóneme por...
- Tiene mi perdón. Bueno, comencemos la visita.
- Por fin -dice Hazel-; creí que estarían hablando en español todo el maldito día.
- Si no le supone ningún inconveniente, nos hablaremos en inglés. Yo estoy más familiarizado, y creo que el señor Hazel nos lo agradecerá.
- Por supuesto, señor Niemann. Bueno, antes de nada, oficial Lakl, al señor Niemann está claro que lo conoce; estos son Karl Sánchez, de los servicios de inteligencia; y...
- Agente John Hazel, de la CIA.
- Mucho gusto, agentes. Señor -dirigiéndose a Niemann-, le informo de que ésta unidad está teniendo estupendos resultados a la hora de adaptarse a la nueva maquinaria.
- Perfecto, oficial.
- ¿Ya han aprendido -replica Sánchez- a utilizar vehículos tan nuevos?
- Cambiaron el manejo -responde el general- para hacerlo más parecido a los de los tanques que teníamos. De todas formas, aún nos queda mucha práctica.
Durante la mañana, los tres visitan todas las instalaciones. De repente, a Sánchez le suena el teléfono.
- ¿Me disculpan? Voy un momento afuera. ¿Diga?
- Agente Sánchez -dice una voz distorsionada-, creo que mi mensaje dejaba las cosas bien claras.
- Así que es usted el que me mandó el mensaje. Mire, no sé cómo quiere que desconfíe de Niemann si no me da ninguna prueba.
- Siempre tan desconfiados... Y sin embargo os habéis tragado todas y cada una de las mentiras de Niemann. Así lo único que lograréis es que se haga con la suya y acabe con todos vosotros.
- Mire, si quiere que haga algo, deme alguna prueba. ¿Está dispuesto?
- ¿Quiere saber la verdad? Reúnase conmigo en la salida de su hotel a eso de las 12 de la noche. ¿Quiere respuestas? Le entregaré todo el maldito “Proyecto Mercurio”.
- ¿Qué demonios es eso?
- Ya lo entenderá.
Cuelga. Sánchez sale de la habitación, y se dirige a Hazel, que observa el campo.
- Lo hemos logrado, lo hemos puesto nervioso.
- ¿A quién?
- Al que me envió el mensaje.
- ¿Era él? ¿Qué ha dicho?
- Se va a reunir conmigo a la entrada del hotel. Te apuntas, ¿no?
- ¿No ha quedado sólo contigo?
- Creo que es bueno que apretemos las tuercas y hagamos saber quién manda.
- ¿Sabes? Al final vas a caerme bien y todo.
Esa noche, ambos bajan “a tomar algo en el bar”. En la entrada no encuentran ningún hombre. El móvil. Es un mensaje: “¿De verdad creía que me dejaría ver? Busque en la papelera que hay justo afuera”. Salen y en esa papelera encuentran una carpeta.
- Nos la ha jugado.
- El cabrón sabía que si me decía que venía, iría seguro. De todas formas, a ver qué nos ha dejado. A ver, te leo: El Proyecto Mercurio es un proyecto de investigación y contrucción de un arma de alta potencia. Para ello se requiere el acceso al satélite de la Tierra, en la parte oculta del cual será construida el arma para evitar intromisiones de los habitantes del planeta. Esta arma se compondrá de una inmensa cantidad de cañones capaz de lanzar misiles con una alta carga atómica con una gran precisión. De esta manera, podremos acabar con los miles de millones de vidas que queremos destruir. Sólo así podremos asegurar nuestro futuro.
- Dios nos asista... ¿No dice nada más?
- Datos tecnológicos sobre el arma en cuestión, no entiendo nada. Y aquí hay... - Espera... Fotos de satélite.
-¿De qué?
- Es la superficie de la Luna en la cara oculta. Esta llena de obras. En esta se ve a Keras, la hermana de Niemann, hablando con unos obreros.
- Eso significa... Tengo que hablar con él -comienza a subir las escaleras-.
- ¿Con quién?
- Con Niemann.
- ¡No! Si le dices algo no podremos sacar más información.
- ¿Cuánta información más necesitas? ¡Quieren acabar con todos nosotros!
- No seas estúpido, la misión...
- La misión ha terminado.
Hazel llega a la habitación de Niemann.
- Señor Niemann, tiene que abrir, rápido.
- ¿Qué pasa?
- Rápido.
- Espera, ya voy.
Cuando abre, Hazel entra, señala a Niemann, que toma distancia.
- ¿Qué demonios le pasa? Más le vale no tocarme, cualquier raja en mi traje causaría mi muerte.
- No me dé ideas.
- ¿Pero qué coño le pasa?
- Hábleme del “Proyecto Mercurio”.
- No sé de qué demonios me habla.
- No se haga el tonto conmigo.
- Hazel -dice Sánchez-, tranquilízate.
- ¿Que me tranquilice?
- Señor Niemann, el topo que tienen metido nos ha hablado sobre un proyecto para acabar con la Humanidad.
- Eso es totalmente falso. Está claro que se lo ha inventado. No quiere hacer otra cosa que fastidiar nuestra misión.
- Por supuesto, no tenemos ninguna prueba contra usted. Pero no se preocupe, yo me ocupo de tranquilizar a mi compañero. Pero nos ayudaría mucho si usted nos dejara investigar en la base.
- ¿Después de esta agresión a mi honor? Además, ¿cree usted que los míos se sentirían cómodos con el aparato policial de la Tierra controlándonos? No, no voy a dejarle entrar a mi casa para que genere desconfianza, señor Niemann. Me voy ya mismo. Piloto, vayámonos a casa ya mismo.
- Será hijo de... -susurra Hazel
Sánchez se lleva a Hazel, que lo mira entre cabreado y confuso. Estando ya solos en su habitación.
- ¿Que no tenemos ninguna prueba, Sánchez?
- Mira, podríamos haberle exigido que nos llevara a su base, ahora la has cagado. De todas formas, algo bueno tendría que tener. Se pondrá nervioso, y con suerte el contacto requerirá que lo protejamos. Cuando eso ocurra, le preguntaremos más cosillas.
- No hace falta que le preguntemos nada, con informar a nuestros países y bombardeen toda la maldita Luna.
- Americanos... No sabemos hasta qué punto son cómplices los suyos. Podríamos acabar con miles de inocentes.
- Son ellos o nosotros.
- Tranquilo. Un arma de esas características les llevará tiempo, por mucho que tengan una tecnología mnuy avanzada. En el archivo decía que por lo menos llevaría unos 2 años de aquí a que terminen. Lo que vamos a hacer es avisar a nuestras respectivas agencias, dejar en sus manos el dar dicha información al resto de agencias, y actuar para que de momento la población no sepa nada.
Niemann llega y se encuentra con su hermana.
- Francis, ¿te pasa algo?
- Debo hablar contigo, a solas.
- Si quieres que venga Ser, está reunido con el resto de oficiales.
- He dicho a solas, Mir.
Se van a una habitación los dos solos.
- No te lo había dicho por no preocuparte, pero tenemos un topo, alguien del Gobierno que esta burlando la seguridad no sé cómo y esta dando información a los dos agentes que van conmigo.
- ¿Qué -cabreada-?
- Sí pero, en parte, falsa. Sabían que existía el “Proyecto Mercurio”, pero creían que estaba destinada a acabar con ellos. El caso es que deben saber que somos sus aliados. Tenemos que encontrar al que esté haciendo esto.
- Me tendrías que haber informado antes, Francis.
- Ya lo sé, pero conociendo cómo te preocupas por todo...
- ¿Y cómo han podido burlar la seguridad? Todas las comunicaciones están controladas por el ordenador central, y no hay manera de...
- No todas, Mir. Sé que a lo mejor no te gusta lo que te voy a pedir, pero tienes que ser objetiva, ¿vale?
- ¿A que te refieres?
- Quiero que tengas controlado a Ser.
- ¿Cómo?
- Desde que comenzó todo esto no ha parado de poner en duda el proyecto.
- No sé cómo se te puede ocurrir eso. Ser ha estado contigo desde que erais unos críos, adoraba a nuestros padres, y desde luego no es un sucio traidor. No quiero que vuelvas a hablar así de mi marido.
- Mir, estás viéndolo con el corazón, pero debes de ponerte a pensar. Vamos, eres más lista que cualquiera de los que estamos en esta base.
- Francis -enfurecida y gritando-, te conozco desde que tengo uso de conciencia, nos hemos criado juntos y tenemos la misma edad. Nuestras vidas han ido siempre por el mismo camino, pero de verdad que no te conozco cuando hablas así. No voy a permitir que sigas comparando a la persona que amo con un sucio traidor.
- Tienes que decidir, Mir, si seguir a la razón o a los sentimientos.
- No me hace falta. Tú eres el primero que dice que los sentimientos son los que nos hacen fuertes.
- Pero a veces pueden nublar nuestra visión de la realidad.
- Mira, aunque Ser no fuera mi esposo, sabría perfectamente que él no tiene nada que ver conmigo. ¿Por qué demonios haría algo así?
- Porque siempre me envidió.
- Francis, te juro que estás empezando a darme asco. Me voy a dormir con mi querido marido, y espero que mañana te disculpes ante mí por criticar así a alguien de tu familia. Yo voy a confiar en los valores familiares que nuestros padres nos inculcaron.
Keras sale y da un portazo.
martes, 23 de marzo de 2010
La línea de la vida: Capítulo 2 "Un 2 de mayo cualquiera"
En una pequeña casa, una joven sirve un plato a Lucio, sentado.
- Señor, aquí está su comida.
- Muchas gracias. ¿Siguen los francos en la ciudad?
- Sí, señor, siguen los franceses.
- Para mí siempre serán asquerosos francos del Rin.
Se abre la puerta y entra un hombre.
- Venga rápido, tenemos que irnos.
- ¿Qué pasa, padre?
- El pueblo se ha levantado. Si nos estamos todavía en la ciudad cuando las tropas francesas empiecen inspeccionarla, el señor Lucio correrá peligro.
- No me podía esperar otra cosa -dice Lucio- de este pueblo. Casi tan valientes como era mi gente.
- Señor, siéntase orgulloso, pero tenemos que llevarlo. María, ve a por la silla.
- Vaya invento, la silla.
- No es un invento, señor, saqué la idea de un libro sobre Felipe II.
- Señor, aquí está su comida.
- Muchas gracias. ¿Siguen los francos en la ciudad?
- Sí, señor, siguen los franceses.
- Para mí siempre serán asquerosos francos del Rin.
Se abre la puerta y entra un hombre.
- Venga rápido, tenemos que irnos.
- ¿Qué pasa, padre?
- El pueblo se ha levantado. Si nos estamos todavía en la ciudad cuando las tropas francesas empiecen inspeccionarla, el señor Lucio correrá peligro.
- No me podía esperar otra cosa -dice Lucio- de este pueblo. Casi tan valientes como era mi gente.
- Señor, siéntase orgulloso, pero tenemos que llevarlo. María, ve a por la silla.
- Vaya invento, la silla.
- No es un invento, señor, saqué la idea de un libro sobre Felipe II.
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Los 3 van sorteando a los ciudadanos madrileños, que corren por toda la ciudad y se enfrentan a los soldados franceses. Milagrosamente logran salir de la ciudad.
- Bueno, ¿dónde vamos ahora, Julián?
- Tengo un primo en Granada. Serán unos días, pero nos alejaremos bastante de Madrid. Esperemos que la revuelta no dure mucho.
- Ojalá degüellen a Murat. Franco de mierda...
- No tenga mucha esperanza, iban con navajas contra las tropas francesas.
- Si algo he aprendido a lo largo de mi vida es que al final vence la libertad.
- Bueno, lo que le decía, que espero que esto no dure mucho.
Pero duró. El ejemplo de Madrid fue seguido por multitud de ciudades. Se forman las juntas y empieza la guerra. Al llegar a Granada, la situación es confusa.
- Esteban, buenas tardes.
- Buenas tardes, primo. ¡Vaya sorpresa!
- Señor, este es el hijo de la hermana de mi padre.
- Encantado, mi nombre es Lucio.
- Yo soy Esteban Avellaneda López.
- Primo, necesitamos escondernos.
- ¿Participasteis en las revueltas?
- No, no es eso. Ahora te explico todo. Tiene que ver con Lucio.
- Vale, no os preocupéis. Mi casa es vuestra casa, ya lo sabéis.
- Muchas gracias. María, lleva adentro a Lucio, que tu tío Esteban y yo tenemos que hablar.
Los días pasaban, y aunque Julían López no tenía muchas esperanzas, no podía dejar de pensar que podría estar luchando en vez de cuidando de un viejo del que tampoco sabía mucho. Un día, al despertar la gente en la casa, simplemente no estaba. En su carta decía que se iba a luchar contra los franceses. Su hija, llorando, no pudo hacer otra cosa que maldecirlo.
- ¿Cómo ha podido abandonarnos? ¿Cómo ha podido dejarte aquí, señor Lucio?
- María, tu padre ha cumplido con su deber. Yo habría hecho lo mismo por mi Patria. Para él todavía hay esperanza. Es justo que luche. Yo que perdí mi lugar en el Mundo hace mucho entiendo que desee defender el suyo. Te tengo todavía a ti, y con una persona me basta.
- No, señor -dijo entonces Avellaneda-, me tiene también a mí. Esteban me contó su caso, y es mucho más importante que cualquier estúpido patriotismo. Si llegáramos a conocer bien su caso, quién sabe lo que podríamos conseguir.
- Ninguna vida vale más que la libertad de todo un pueblo.
- En serio, María, ¿quién es este hombre exactamente?
- ¿No te lo contó mi padre?
- Sí, me explicó su caso y todo eso, pero...
- Que te cuente él su vida. Yo me lío ya con tanta historia.
Al año, Avellaneda conoció a la que sería su mujer. Pronto nació Juan, entre el miedo por la ocupación francesa de 1810. La guerra terminó pronto, pero Prieto no volvió. La guerra se lo había llevado. Poco a poco Esteban Avellaneda se fue haciendo a la idea de que Lucio empezaría a ser problema suyo y, al morir, a ser el de su hijo. María murió, y también la mujer de Avellaneda, quedando solos éste, su hijo, y Lucio. Los años pasaban, Avellaneda envejecía y su hijo se hacía mayor, pero Lucio permanecía igual. Para cuando las guerras carlistas azotaban España, Esteban Avellaneda murió. Era ya muy anciano, y su hijo era ya un hombre de casi 30 años. De vuelta a casa, Lucio intentaba consolar a Juan.
- Con tu padre se va uno de los mejores hombres que he conocido jamás. Lo conocí ya con algunos años, aunque todavía algo joven, pero él siempre me trató como si lo hubiera conocido de toda la vida.
- Lucio, ¿cómo puede hacerlo?
- ¿El qué?
- Ha vivido durante un montón de siglos, ha dependido de tanta gente con la que ha estrechado lazos. Yo he perdido a un ser querido y estoy destrozado. Usted habrá perdido a tantos que sólo Dios podría contarlos. ¿Cómo puede soportarlo?
- La respuesta es obvia: no puedo. Por mucho que ocurra, nunca te acostumbras a ver la muerte. Intento no exteriorizarlo, pero veo cómo la muerte me rodea sin llegar a tocarme, llevándose a todos aquellos que se entregan a mi causa, y nunca he logrado eliminar esa parte de mí que me dice que sería mejor si viviera solo. Pero entonces veo a los que quedan, te veo a ti, y veo la esperanza en tus ojos, veo que aunque existe un largo pasado existe un gran futuro, y pienso que algún día podríamos llegar a solucionar grandes problemas de la gente.
- Sabe usted que ha sido usted siempre como un segundo padre para mí, ¿no? Como un abuelo.
- Y sin embargo seré yo seguramente quien te vea morir a ti...
Siguieron pasando los años, y por los tiempos de la I República, un Juan Avellaneda casado, con hijos, y con un nieto muy joven, enfermó, ya anciano, y poco a poco fue dejando paso a la muerte.
- ¿Sabe, señor Lucio? Siempre creí que morir sería algo horroroso, pero ahora que veo que no dejo este Mundo vacío, sino que dejo la huella de mis hijos, sus hijos... Los Avellaneda servirán al gran Lucio hasta que se encuentre una explicación.
- Me pregunto a menudo de qué demonios sirve dar una explicación.
- Señor Lucio, podría ser que usted pudiera salvar vidas. No evitar la muerte de ancianos como yo, pero sí curar la enfermedad, erradicar el sufrimiento.
- Estoy harto de esta condena. Vi morir a tu padre, tuve que consolarte, ahora tú... El ciclo no para de repetirse, una y otra vez.
- No se preocupe, ahora me voy con el Todopoderoso.
- Si algo me ha quedado claro durante los últimos siglos es que no hay dios.
- No diga eso, señor Lucio. Sin fe, ¿cómo demonios podremos conseguir nunca dar una explicación?
- Persistencia, Juan, persistencia.
A lo largo de los años los Avellaneda sirvieron a Lucio, hasta que Francisco Avellaneda, a petición de éste, nunca desveló la existencia de Lucio a su hijo Juan. Pero la muerte tenía otros planes...
- Bueno, ¿dónde vamos ahora, Julián?
- Tengo un primo en Granada. Serán unos días, pero nos alejaremos bastante de Madrid. Esperemos que la revuelta no dure mucho.
- Ojalá degüellen a Murat. Franco de mierda...
- No tenga mucha esperanza, iban con navajas contra las tropas francesas.
- Si algo he aprendido a lo largo de mi vida es que al final vence la libertad.
- Bueno, lo que le decía, que espero que esto no dure mucho.
Pero duró. El ejemplo de Madrid fue seguido por multitud de ciudades. Se forman las juntas y empieza la guerra. Al llegar a Granada, la situación es confusa.
- Esteban, buenas tardes.
- Buenas tardes, primo. ¡Vaya sorpresa!
- Señor, este es el hijo de la hermana de mi padre.
- Encantado, mi nombre es Lucio.
- Yo soy Esteban Avellaneda López.
- Primo, necesitamos escondernos.
- ¿Participasteis en las revueltas?
- No, no es eso. Ahora te explico todo. Tiene que ver con Lucio.
- Vale, no os preocupéis. Mi casa es vuestra casa, ya lo sabéis.
- Muchas gracias. María, lleva adentro a Lucio, que tu tío Esteban y yo tenemos que hablar.
Los días pasaban, y aunque Julían López no tenía muchas esperanzas, no podía dejar de pensar que podría estar luchando en vez de cuidando de un viejo del que tampoco sabía mucho. Un día, al despertar la gente en la casa, simplemente no estaba. En su carta decía que se iba a luchar contra los franceses. Su hija, llorando, no pudo hacer otra cosa que maldecirlo.
- ¿Cómo ha podido abandonarnos? ¿Cómo ha podido dejarte aquí, señor Lucio?
- María, tu padre ha cumplido con su deber. Yo habría hecho lo mismo por mi Patria. Para él todavía hay esperanza. Es justo que luche. Yo que perdí mi lugar en el Mundo hace mucho entiendo que desee defender el suyo. Te tengo todavía a ti, y con una persona me basta.
- No, señor -dijo entonces Avellaneda-, me tiene también a mí. Esteban me contó su caso, y es mucho más importante que cualquier estúpido patriotismo. Si llegáramos a conocer bien su caso, quién sabe lo que podríamos conseguir.
- Ninguna vida vale más que la libertad de todo un pueblo.
- En serio, María, ¿quién es este hombre exactamente?
- ¿No te lo contó mi padre?
- Sí, me explicó su caso y todo eso, pero...
- Que te cuente él su vida. Yo me lío ya con tanta historia.
Al año, Avellaneda conoció a la que sería su mujer. Pronto nació Juan, entre el miedo por la ocupación francesa de 1810. La guerra terminó pronto, pero Prieto no volvió. La guerra se lo había llevado. Poco a poco Esteban Avellaneda se fue haciendo a la idea de que Lucio empezaría a ser problema suyo y, al morir, a ser el de su hijo. María murió, y también la mujer de Avellaneda, quedando solos éste, su hijo, y Lucio. Los años pasaban, Avellaneda envejecía y su hijo se hacía mayor, pero Lucio permanecía igual. Para cuando las guerras carlistas azotaban España, Esteban Avellaneda murió. Era ya muy anciano, y su hijo era ya un hombre de casi 30 años. De vuelta a casa, Lucio intentaba consolar a Juan.
- Con tu padre se va uno de los mejores hombres que he conocido jamás. Lo conocí ya con algunos años, aunque todavía algo joven, pero él siempre me trató como si lo hubiera conocido de toda la vida.
- Lucio, ¿cómo puede hacerlo?
- ¿El qué?
- Ha vivido durante un montón de siglos, ha dependido de tanta gente con la que ha estrechado lazos. Yo he perdido a un ser querido y estoy destrozado. Usted habrá perdido a tantos que sólo Dios podría contarlos. ¿Cómo puede soportarlo?
- La respuesta es obvia: no puedo. Por mucho que ocurra, nunca te acostumbras a ver la muerte. Intento no exteriorizarlo, pero veo cómo la muerte me rodea sin llegar a tocarme, llevándose a todos aquellos que se entregan a mi causa, y nunca he logrado eliminar esa parte de mí que me dice que sería mejor si viviera solo. Pero entonces veo a los que quedan, te veo a ti, y veo la esperanza en tus ojos, veo que aunque existe un largo pasado existe un gran futuro, y pienso que algún día podríamos llegar a solucionar grandes problemas de la gente.
- Sabe usted que ha sido usted siempre como un segundo padre para mí, ¿no? Como un abuelo.
- Y sin embargo seré yo seguramente quien te vea morir a ti...
Siguieron pasando los años, y por los tiempos de la I República, un Juan Avellaneda casado, con hijos, y con un nieto muy joven, enfermó, ya anciano, y poco a poco fue dejando paso a la muerte.
- ¿Sabe, señor Lucio? Siempre creí que morir sería algo horroroso, pero ahora que veo que no dejo este Mundo vacío, sino que dejo la huella de mis hijos, sus hijos... Los Avellaneda servirán al gran Lucio hasta que se encuentre una explicación.
- Me pregunto a menudo de qué demonios sirve dar una explicación.
- Señor Lucio, podría ser que usted pudiera salvar vidas. No evitar la muerte de ancianos como yo, pero sí curar la enfermedad, erradicar el sufrimiento.
- Estoy harto de esta condena. Vi morir a tu padre, tuve que consolarte, ahora tú... El ciclo no para de repetirse, una y otra vez.
- No se preocupe, ahora me voy con el Todopoderoso.
- Si algo me ha quedado claro durante los últimos siglos es que no hay dios.
- No diga eso, señor Lucio. Sin fe, ¿cómo demonios podremos conseguir nunca dar una explicación?
- Persistencia, Juan, persistencia.
A lo largo de los años los Avellaneda sirvieron a Lucio, hasta que Francisco Avellaneda, a petición de éste, nunca desveló la existencia de Lucio a su hijo Juan. Pero la muerte tenía otros planes...
jueves, 18 de marzo de 2010
El Proyecto Mercurio: Capítulo 2 "La duda"
18 de agosto de 2001
En las oficinas de la CIA está todo revuelto. Un hombre se acerca a Hazel.
- John, ¿te has enterado de lo de Al Qaeda?
- Sí, James, han dejado las armas, ¿no? He oído algo en la radio, pero no la he puesto mucho.
- No, digo lo de los atentados que preparaban.
- No, ¿qué es?
- Por lo visto estaban organizando un plan para secuestrar unos aviones y estrellarlos contra las Torres Gemelas, el Pentágono y... no me acuerdo si contra el Capitolio o contra la Casa Blanca.
- Pues muy bien, si creían que iban a poder burlar el sistema de seguridad de un aeropuerto como para poder hacer todo eso...
- Por lo visto lo tenían bien preparado.
- Bah, de todas formas, ahora ya no quieren hacer nada, ¿no? Todos juntos contra el invasor.
- Se nos acaba el trabajo. Hablando de trabajo, hay un alemán que te busca.
- ¿Alemán?
- Sí, un agente.
- Ah, pues, muy bien.
- Espera al lado de tu puerta.
- Gracias.
En las oficinas de la CIA está todo revuelto. Un hombre se acerca a Hazel.
- John, ¿te has enterado de lo de Al Qaeda?
- Sí, James, han dejado las armas, ¿no? He oído algo en la radio, pero no la he puesto mucho.
- No, digo lo de los atentados que preparaban.
- No, ¿qué es?
- Por lo visto estaban organizando un plan para secuestrar unos aviones y estrellarlos contra las Torres Gemelas, el Pentágono y... no me acuerdo si contra el Capitolio o contra la Casa Blanca.
- Pues muy bien, si creían que iban a poder burlar el sistema de seguridad de un aeropuerto como para poder hacer todo eso...
- Por lo visto lo tenían bien preparado.
- Bah, de todas formas, ahora ya no quieren hacer nada, ¿no? Todos juntos contra el invasor.
- Se nos acaba el trabajo. Hablando de trabajo, hay un alemán que te busca.
- ¿Alemán?
- Sí, un agente.
- Ah, pues, muy bien.
- Espera al lado de tu puerta.
- Gracias.
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Hazel se dirige a su despacho, al lado del cual espera un hombre rubio.
- Usted es John Hazel, ¿no?
- Sí, soy yo. Y usted es...
- Karl Sánchez, BND. Si no me equivoco es usted el primer hombre que se comunicó con el señor Niemann.
- Así es.
- Señor Hazel, ¿notó algo raro en él, se fijó en algún posible fallo en su versión?
- Llámeme John. Respecto a tu pregunta, creía que era un crío gastándome una broma, no estaba pendiente de la historia en sí. ¿Por qué me pregunta eso? ¿Qué tiene en contra de Niemann?
- No me andaré con rodeos. Ayer por la noche, cunado llegué a mi casa en Múnich, abrí mi correo electrónico, tras hacer las paces con el ordenador, y tenía un mensaje. Se lo enseño.
"No os fiéis de Niemann, todo lo que ha dicho es mentira. Avise a su gobierno e investigue."
- ¿Tan sólo eso? No sé en Alemania, pero desde luego en mi país necesitamos más pruebas para estas cosas. Si Niemann miente, ¿por qué no nos dice este desconocido la verdad?
- A saber cómo de controlados tienen los mensajes. De todas formas, toda la noche estuve pensando en mil cosas que no concuerdan. ¿Por qué crees que se comunicó contigo?
- No sé, a lo mejor porque soy un agente del servicio de inteligencia de la primera potencia mundial.
- Sí, pero, ¿por qué no con el presidente Bush? Tienen tecnología como para comunicarse con quien quieran sin pasar filtros. También podrían haber llamado directamente a la NASA. Pero no, avisan a un agente que está trabajando.
- Creerían que era lo más protocolario. Quieren dar una buena imagen, ganarse nuestra confianza; eso no es malo.
- Entonces, ¿por qué no dicen nada sobre su civilización? Cualquier pregunta que se les hace sobre su pueblo la evitan con la excusa de que hay que prepararse, que la defensa es lo primordial.
- ¿Qué demonios insinúas?
- Llegan aquí, nos meten el miedo en el cuerpo, y así, les entregamos el poder poco a poco. Hoy mismo ya están entrando en todas las unidades militares de la Tierra.
- Pero nadie se para a pensar que quizás ellos son el enemigo, que quizás ésta es ya la invasión.
- Sí, pero no tienes ninguna prueba de que quieran hacer eso.
- ¡Pero tampoco tenemos pruebas de lo contrario! Esto no es un juicio a un criminal común, nos jugamos la supervivencia de la Humanidad, y los gobiernos del planeta responden con una fe ciega en una gente que acaba de llegar.
- Entonces, ¿por qué no invadir directamente? Tienen una tecnología mil veces superior a la nuestra.
- A lo mejor necesitan algo de nosotros, o simplemente su gente no lo vería ético. Podría ser un proyecto de unos pocos. Les llegan a los suyos con que la historia de una invasión sería la única manera de que los aceptáramos, y poco a poco van consiguiendo una excusa para exterminarnos.
- Resumiendo, que ayer te aburrías, tenías insomnio, y decidiste darle vueltas al mensaje de un desconocido, que quizás ni es de los suyos.
- Es de los suyos. Mi gente no ha podido localizar la procedencia, y no tenemos peores medios que los vuestros. Si no es localizable, no es un ordenador, no es una línea de internet...
- Pero podría ser alguien que trabaje para su gobierno.
- Mira, no te pido que desconfíes, te pido que no te fíes. Además, da igual, tus superiores ya te han asignado la misión. Por cierto, me voy a tomar un café, que si no no aguanto hasta la noche, que para mi cuerpo ya estamos por la tarde.
- ¿Qué misión?
- La CIA y el BND han acordado que se investigará tanto a Niemann como el mensaje que recibí. Ya que yo recibí el mensaje y tú fuiste el primero en hablar con Niemann, creen que seríamos los mejores para esta misión.
- Perfecto, y me lo tienes que decir tú. Bueno, entonces, ¿somos compañeros?
- Eso creo.
- Pues, ¿por dónde empezamos?
- Lo primero es el reconocimiento del terreno.
Esa mañana, Niemann y Seratram se reúnen con el Secretario General de la ONU en Nueva York. Cuando salen de la reunión, Sánchez y Hazel se acercan a Niemann.
- Señor Niemann -dice Sánchez-, mi general, soy el agente Sánchez, y al agente Hazel creo que ya lo conoce.
- Por supuesto. No le culpo, agente Hazel, yo también habría creído que era una broma. No todos los días se toma parte en un cambio tan brusco en la historia de tu planeta.
- No pasa nada -responde Hazel-. Necesitamos que nos acompañen un momento a solas para discutir ciertos temas.
- Por supuesto. Ser, vamos.
Entran en una habitación a solas. Sánchez se sienta y comienza a hablar:
- Señor Niemann, no me andaré con rodeos. Tenemos razones para pensar que existen ciertos fallos en la seguridad de sus sistemas de comunicación.
- ¿Y eso?
- Anoche recibí un correo de un posible infiltrado de su gobierno en el que intentaba generar desconfianza hacia ustedes. Sin embargo, como entenderá, no voy a creer un mensaje de un posible enemigo sin prueba ninguna...
- ¿Quién demonios podría...? Muchas gracias, señor Sánchez.
- Para investigar todo esto necesitaremos estar con usted todo el tiempo cuando baje a tierra, y a lo mejor vendría bien que investigáramos también en la base lunar.
- No sé si mis hombres estarán de acuerdo, pero intentaré hacer todo lo posible por facilitar su labor. Le agradezco mucho su ayuda.
- Para eso estamos.
- Hasta otra, entonces.
Seratram y Niemann salen.
- Así que -dice Hazel- no hay desconfianza.
- Si cree que estamos a ciegas con ellos todo irá mejor. Ahora lo tendremos más vigilado, y pondremos nervioso a nuestro contacto, por lo que se planteará empezar a darnos algo más de información.
- ¡Joder, qué tíos más listos! Con razón fueron tan difíciles de pelar los nazis...
- Más te vale no volver a comparar a la Alemania de hoy con la de Hitler.
- Ey, lo siento.
Mientras, Seratram y Niemann toman su nave y parten de nuevo a la base. Mientras salen de la nave, hablan.
- Hay que aumentar el nivel de seguridad de las comunicaciones. Hay que intentar encontrar desde donde se ha enviado ese mensaje.
- Francis, si alguien del Gobierno está aquí infiltrado, es mejor que digamos la verdad en cuanto podamos. No nos conviene que crean que somos el enemigo.
- Mira que eres pesado. Esto sólo es un problema cualquiera. Ese alemán sospecha algo, se le nota, pero mientras lo tenga entretenido...
- Siempre tan confiado.
- No soy confiado, me gusta vivir tranquilo. Ve a tu habitación y acompaña a mi hermana. No le digas nada sobre lo del mensaje, que sabes que ella se pone más nerviosa que tú.
- No, si se nota que tenéis distintos genes. Bueno, mañana nos vemos.
- Venga, Ser.
Seratram se va, y llega un hombre.
- Buenas, señor.
- Buenas, agente. Al parecer hay un topo en nuestra base. Ha logrado comunicarse con la Tierra. Busque el fallo de seguridad del sistema de comunicaciones.
- Como usted diga.
- Y vigile de cerca a Seratram.
- ¿Al general? Creía que eran amigos desde jóvenes.
- Sí, pero desde el inicio de la misión se comporta de manera extraña y no para de dudar de mi palabra.
- Si usted lo dice... Pero sus comunicaciones no las podemos controlar.
- Lo sé, pero con tenerlo vigilado bastará. No creo que él tenga nada que ver, pero es mejor ser precavido.
Mientras está en su habitación, solo, Niemann medita. Una mezcla de entusiasmo y miedo definen su visión del futuro. Sale, y se encuentra con su hermana.
- Francis, te esperan los oficiales que van a bajar a la Tierra.
- Vale.
- Eh, Francis.
- Dime.
- No te agobies tanto. Todo saldrá bien, ya lo verás. Está todo planeado. Ya sabes cómo es Ser.
- Si no no podría haber aguantado casarse con la hija de Karl Keras, ¿no?
- Pero tu eres un Niemann, puedes con ello.
- Claro.
Niemann besa en la frente a su hermana y se dirige al hangar, donde esperan miles de hombres.
- Señores, el momento ha llegado. Puede que ustedes crean que su misión no es importante, pero lo es. Es cierto que el arma se construirá aquí, pero para poder hacerlo sin complicaciones, requerimos la colaboración de la Tierra. Vosotros haréis sentir a los de allí abajo que somos lo que somos: sus aliados. Haréis que sientan respeto por nosotros, conseguiréis que sus tropas nos sean tan leales como a sus banderas. Tenéis una misión muy importante: crear un vínculo entre la Tierra y nosotros tan fuerte como el metal. Así, cuando llegue el día, ellos y nosotros celebraremos todos juntos la muerte de nuestros enemigos. Cuando erradiquemos la enfermedad que se aproxima a la Tierra, cuando la guerra sea disipada por la victoria, cuando Hades cabalgue aplastando a esa escoria, ambos pueblos festejaremos el fin de una era, y el inicio de una nueva de progreso, de fuerza. A sangre escribiremos nuestro nombre en la historia, a fuego sellaremos nuestro triunfo, y con la muerte haremos una alianza que nos otorgará una vida de ensueño. Id hacia la Tierra con la cabeza bien alta, pero sed cuidadosos. De vosotros depende nuestro futuro. Confío en vosotros.
Los oficiales, eufóricos, aclaman a Niemann. Poco a poco se van montando en sus naves, y se van hacia la Tierra. Niemann se acerca sonriente a su hermana.
- Hermanito, eres un auténtico líder. Nuestros padres estarían orgullosos de ti.
- Y de ti, Mir. Juntos vamos a hacer todos sus sueños realidad.
- Usted es John Hazel, ¿no?
- Sí, soy yo. Y usted es...
- Karl Sánchez, BND. Si no me equivoco es usted el primer hombre que se comunicó con el señor Niemann.
- Así es.
- Señor Hazel, ¿notó algo raro en él, se fijó en algún posible fallo en su versión?
- Llámeme John. Respecto a tu pregunta, creía que era un crío gastándome una broma, no estaba pendiente de la historia en sí. ¿Por qué me pregunta eso? ¿Qué tiene en contra de Niemann?
- No me andaré con rodeos. Ayer por la noche, cunado llegué a mi casa en Múnich, abrí mi correo electrónico, tras hacer las paces con el ordenador, y tenía un mensaje. Se lo enseño.
"No os fiéis de Niemann, todo lo que ha dicho es mentira. Avise a su gobierno e investigue."
- ¿Tan sólo eso? No sé en Alemania, pero desde luego en mi país necesitamos más pruebas para estas cosas. Si Niemann miente, ¿por qué no nos dice este desconocido la verdad?
- A saber cómo de controlados tienen los mensajes. De todas formas, toda la noche estuve pensando en mil cosas que no concuerdan. ¿Por qué crees que se comunicó contigo?
- No sé, a lo mejor porque soy un agente del servicio de inteligencia de la primera potencia mundial.
- Sí, pero, ¿por qué no con el presidente Bush? Tienen tecnología como para comunicarse con quien quieran sin pasar filtros. También podrían haber llamado directamente a la NASA. Pero no, avisan a un agente que está trabajando.
- Creerían que era lo más protocolario. Quieren dar una buena imagen, ganarse nuestra confianza; eso no es malo.
- Entonces, ¿por qué no dicen nada sobre su civilización? Cualquier pregunta que se les hace sobre su pueblo la evitan con la excusa de que hay que prepararse, que la defensa es lo primordial.
- ¿Qué demonios insinúas?
- Llegan aquí, nos meten el miedo en el cuerpo, y así, les entregamos el poder poco a poco. Hoy mismo ya están entrando en todas las unidades militares de la Tierra.
- Pero nadie se para a pensar que quizás ellos son el enemigo, que quizás ésta es ya la invasión.
- Sí, pero no tienes ninguna prueba de que quieran hacer eso.
- ¡Pero tampoco tenemos pruebas de lo contrario! Esto no es un juicio a un criminal común, nos jugamos la supervivencia de la Humanidad, y los gobiernos del planeta responden con una fe ciega en una gente que acaba de llegar.
- Entonces, ¿por qué no invadir directamente? Tienen una tecnología mil veces superior a la nuestra.
- A lo mejor necesitan algo de nosotros, o simplemente su gente no lo vería ético. Podría ser un proyecto de unos pocos. Les llegan a los suyos con que la historia de una invasión sería la única manera de que los aceptáramos, y poco a poco van consiguiendo una excusa para exterminarnos.
- Resumiendo, que ayer te aburrías, tenías insomnio, y decidiste darle vueltas al mensaje de un desconocido, que quizás ni es de los suyos.
- Es de los suyos. Mi gente no ha podido localizar la procedencia, y no tenemos peores medios que los vuestros. Si no es localizable, no es un ordenador, no es una línea de internet...
- Pero podría ser alguien que trabaje para su gobierno.
- Mira, no te pido que desconfíes, te pido que no te fíes. Además, da igual, tus superiores ya te han asignado la misión. Por cierto, me voy a tomar un café, que si no no aguanto hasta la noche, que para mi cuerpo ya estamos por la tarde.
- ¿Qué misión?
- La CIA y el BND han acordado que se investigará tanto a Niemann como el mensaje que recibí. Ya que yo recibí el mensaje y tú fuiste el primero en hablar con Niemann, creen que seríamos los mejores para esta misión.
- Perfecto, y me lo tienes que decir tú. Bueno, entonces, ¿somos compañeros?
- Eso creo.
- Pues, ¿por dónde empezamos?
- Lo primero es el reconocimiento del terreno.
Esa mañana, Niemann y Seratram se reúnen con el Secretario General de la ONU en Nueva York. Cuando salen de la reunión, Sánchez y Hazel se acercan a Niemann.
- Señor Niemann -dice Sánchez-, mi general, soy el agente Sánchez, y al agente Hazel creo que ya lo conoce.
- Por supuesto. No le culpo, agente Hazel, yo también habría creído que era una broma. No todos los días se toma parte en un cambio tan brusco en la historia de tu planeta.
- No pasa nada -responde Hazel-. Necesitamos que nos acompañen un momento a solas para discutir ciertos temas.
- Por supuesto. Ser, vamos.
Entran en una habitación a solas. Sánchez se sienta y comienza a hablar:
- Señor Niemann, no me andaré con rodeos. Tenemos razones para pensar que existen ciertos fallos en la seguridad de sus sistemas de comunicación.
- ¿Y eso?
- Anoche recibí un correo de un posible infiltrado de su gobierno en el que intentaba generar desconfianza hacia ustedes. Sin embargo, como entenderá, no voy a creer un mensaje de un posible enemigo sin prueba ninguna...
- ¿Quién demonios podría...? Muchas gracias, señor Sánchez.
- Para investigar todo esto necesitaremos estar con usted todo el tiempo cuando baje a tierra, y a lo mejor vendría bien que investigáramos también en la base lunar.
- No sé si mis hombres estarán de acuerdo, pero intentaré hacer todo lo posible por facilitar su labor. Le agradezco mucho su ayuda.
- Para eso estamos.
- Hasta otra, entonces.
Seratram y Niemann salen.
- Así que -dice Hazel- no hay desconfianza.
- Si cree que estamos a ciegas con ellos todo irá mejor. Ahora lo tendremos más vigilado, y pondremos nervioso a nuestro contacto, por lo que se planteará empezar a darnos algo más de información.
- ¡Joder, qué tíos más listos! Con razón fueron tan difíciles de pelar los nazis...
- Más te vale no volver a comparar a la Alemania de hoy con la de Hitler.
- Ey, lo siento.
Mientras, Seratram y Niemann toman su nave y parten de nuevo a la base. Mientras salen de la nave, hablan.
- Hay que aumentar el nivel de seguridad de las comunicaciones. Hay que intentar encontrar desde donde se ha enviado ese mensaje.
- Francis, si alguien del Gobierno está aquí infiltrado, es mejor que digamos la verdad en cuanto podamos. No nos conviene que crean que somos el enemigo.
- Mira que eres pesado. Esto sólo es un problema cualquiera. Ese alemán sospecha algo, se le nota, pero mientras lo tenga entretenido...
- Siempre tan confiado.
- No soy confiado, me gusta vivir tranquilo. Ve a tu habitación y acompaña a mi hermana. No le digas nada sobre lo del mensaje, que sabes que ella se pone más nerviosa que tú.
- No, si se nota que tenéis distintos genes. Bueno, mañana nos vemos.
- Venga, Ser.
Seratram se va, y llega un hombre.
- Buenas, señor.
- Buenas, agente. Al parecer hay un topo en nuestra base. Ha logrado comunicarse con la Tierra. Busque el fallo de seguridad del sistema de comunicaciones.
- Como usted diga.
- Y vigile de cerca a Seratram.
- ¿Al general? Creía que eran amigos desde jóvenes.
- Sí, pero desde el inicio de la misión se comporta de manera extraña y no para de dudar de mi palabra.
- Si usted lo dice... Pero sus comunicaciones no las podemos controlar.
- Lo sé, pero con tenerlo vigilado bastará. No creo que él tenga nada que ver, pero es mejor ser precavido.
Mientras está en su habitación, solo, Niemann medita. Una mezcla de entusiasmo y miedo definen su visión del futuro. Sale, y se encuentra con su hermana.
- Francis, te esperan los oficiales que van a bajar a la Tierra.
- Vale.
- Eh, Francis.
- Dime.
- No te agobies tanto. Todo saldrá bien, ya lo verás. Está todo planeado. Ya sabes cómo es Ser.
- Si no no podría haber aguantado casarse con la hija de Karl Keras, ¿no?
- Pero tu eres un Niemann, puedes con ello.
- Claro.
Niemann besa en la frente a su hermana y se dirige al hangar, donde esperan miles de hombres.
- Señores, el momento ha llegado. Puede que ustedes crean que su misión no es importante, pero lo es. Es cierto que el arma se construirá aquí, pero para poder hacerlo sin complicaciones, requerimos la colaboración de la Tierra. Vosotros haréis sentir a los de allí abajo que somos lo que somos: sus aliados. Haréis que sientan respeto por nosotros, conseguiréis que sus tropas nos sean tan leales como a sus banderas. Tenéis una misión muy importante: crear un vínculo entre la Tierra y nosotros tan fuerte como el metal. Así, cuando llegue el día, ellos y nosotros celebraremos todos juntos la muerte de nuestros enemigos. Cuando erradiquemos la enfermedad que se aproxima a la Tierra, cuando la guerra sea disipada por la victoria, cuando Hades cabalgue aplastando a esa escoria, ambos pueblos festejaremos el fin de una era, y el inicio de una nueva de progreso, de fuerza. A sangre escribiremos nuestro nombre en la historia, a fuego sellaremos nuestro triunfo, y con la muerte haremos una alianza que nos otorgará una vida de ensueño. Id hacia la Tierra con la cabeza bien alta, pero sed cuidadosos. De vosotros depende nuestro futuro. Confío en vosotros.
Los oficiales, eufóricos, aclaman a Niemann. Poco a poco se van montando en sus naves, y se van hacia la Tierra. Niemann se acerca sonriente a su hermana.
- Hermanito, eres un auténtico líder. Nuestros padres estarían orgullosos de ti.
- Y de ti, Mir. Juntos vamos a hacer todos sus sueños realidad.
martes, 16 de marzo de 2010
Riéndonos del fascismo: La cara del terror
La vida del terrorista no es nada fácil. Si una organización quiere mantenerse firme en su lucha contra la democracia y la libertad, debe de disponer de los mejores hombres y mujeres, astutos estrategas que maquinen la mejor manera de sembrar el terror en los corazones de los ciudadanos.
Sin embargo, toda organización tiene sus tiempos malos. Esto se puede deber a ciertos fallos en la elección del personal.
Fuente: http://www.20minutos.es/noticia/653071/0/huidos/segi/eta/
Sin duda, la maquiavélica mirada de este etarra acojonaría al mismísimo Satanás. En sus ojos se puede dislumbrar una mente que no para de elaborar enrevesados planes para acabar con el Estado. Es inevitable que la población no pueda evitar dejarse llevar por el pánico cuando se da cuenta de que su enemigo es la pura imagen de la astucia y la victoria.
Sin embargo, toda organización tiene sus tiempos malos. Esto se puede deber a ciertos fallos en la elección del personal.
Fuente: http://www.20minutos.es/noticia/653071/0/huidos/segi/eta/
Sin duda, la maquiavélica mirada de este etarra acojonaría al mismísimo Satanás. En sus ojos se puede dislumbrar una mente que no para de elaborar enrevesados planes para acabar con el Estado. Es inevitable que la población no pueda evitar dejarse llevar por el pánico cuando se da cuenta de que su enemigo es la pura imagen de la astucia y la victoria.
La línea de la vida: Capítulo 1 "Larga vida al rey"
- Buenos días, ¿qué tenemos?
- Buenos días, señor. Creía que vendría el inspector Gómez, teniendo que su padre...
- Bah, era ya joven. El muerto al hoyo y el vivo al boyo, ¿no?
- Ya, pero siendo su padre.
- Mire no quiero hablar del tema, he venido a trabajar.
- Lo siento señor. Pues eso, a este pobre desgraciado le han pegado un tiro en la cabeza. Hay pequeños signos de forcejeo. Hemos encontrado la huella de una mano. El asesino carecía de dedos corazón y meñique en la mano izquierda.
- ¿Qué hay de la victima?
- José Prieto. Un simple carpintero autónomo. 47 años. Los vecinos dicen lo de siempre: que si se llevaba bien con todos, que si no habían visto nada extraño estos días.
- ¿Familia?
- Un hermano, Luis Prieto. Tiene una librería en Gonzalo Gallas. Los padres muertos, solteros, nunca ha estado casado...
- ¿Me puedes explicar cómo un hombre que no deja ninguna otra pista no es tan listo como para ponerse unos guantes?
- No sé señor, supongo que tendremos que pillarlo para preguntárselo.
- Si encuentras algo nuevo, llámame.
- Entendido.
- Venga, novato, vamos a visitar al hermano.
- Buenos días, señor. Creía que vendría el inspector Gómez, teniendo que su padre...
- Bah, era ya joven. El muerto al hoyo y el vivo al boyo, ¿no?
- Ya, pero siendo su padre.
- Mire no quiero hablar del tema, he venido a trabajar.
- Lo siento señor. Pues eso, a este pobre desgraciado le han pegado un tiro en la cabeza. Hay pequeños signos de forcejeo. Hemos encontrado la huella de una mano. El asesino carecía de dedos corazón y meñique en la mano izquierda.
- ¿Qué hay de la victima?
- José Prieto. Un simple carpintero autónomo. 47 años. Los vecinos dicen lo de siempre: que si se llevaba bien con todos, que si no habían visto nada extraño estos días.
- ¿Familia?
- Un hermano, Luis Prieto. Tiene una librería en Gonzalo Gallas. Los padres muertos, solteros, nunca ha estado casado...
- ¿Me puedes explicar cómo un hombre que no deja ninguna otra pista no es tan listo como para ponerse unos guantes?
- No sé señor, supongo que tendremos que pillarlo para preguntárselo.
- Si encuentras algo nuevo, llámame.
- Entendido.
- Venga, novato, vamos a visitar al hermano.
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El inspector y otro hombre cogen el coche y se van hacia la casa del hermano. Una vez aparcados, salen del coche.
- Hay que joderse con las obras. Si me llego a acordar vengo andando. Bueno, chaval, ahora eres subinspector, pero estate callado y aprende.
- No se preocupe, con lo atacao que estoy...
- Llamo.
- ¿Dígame?
- ¿D. Luis Prieto?
- Sí.
- Policía Nacional.
- Pasen.
Suben por las escaleras al 1º.
- Buenos días, señor Prieto, éste es el subinspector Pérez y yo el inspector Avellaneda.
- Encantado.
- Lo primero que queríamos hacer es expresar nuestro pésame.
- Muchas gracias.
- ¿Sabe usted de alguien con quien tuviera algún problema su hermano?
- Ni idea. El negocio le iba bien, nunca falló a los proveedores. No sé quién podría intentar matarlo. Lo único que se me ocurre es que sea un psicópata y que simplemente le haya tocado a mi hermano.
Tras algunos minutos de charla, los policías se van.
- Si se le ocurre algo, o encuentra algo, o le llama alguien, no dude en llamarnos.
- Vale. ¿Me puede decir su nombre de pila por si tengo que preguntar por usted?
- Juan, Juan Avellaneda Gutiérrez. Aquí le dejo m número.
- Juan Avellaneda... Muchas gracias.
Por la tarde, Juan recibe una llamada.
- ¿Diga?
- ¿Inspector Avellaneda?
- Sí, ¿con quién hablo?
- Perdone que no diga mi nombre por protección. Le llamo porque dispongo de información sobre el asesinato de José Prieto. Pero preferiría dársela en persona, y si puede venir solo, mejor.
- Por supuesto, ¿dígame dónde puedo encontrarlo?
- Venga sobre las 4 de la noche al Mirador de San Nicolás. Lo esperaré allí.
- Vale.
Sólo Juan aceptaría una invitación con tanta mala pinta. Pero él es confiado. A las 4, puntual, un hombre llega al mirador, en el que sólo hay unos 3 jóvenes. El hombre se le acerca.
- ¿Juan Avellaneda?
- Sí, soy yo.
- Venga conmigo, por favor.
Juan lo sigue, y entran en una casa. En ella, el hombre abre una trampilla. Al bajarla, tras el pasillo, hay una habitación donde se encuentra un hombre con aspecto de ser muy anciano, diríase hasta centenario, en una silla de ruedas, y un hombre: Luis Prieto.
- Señor –dice Prieto-, este es el inspector Juan Avellaneda, el hombre del que le hablé.
- Buenos días, inspector.
- ¿Quién es usted, y qué hace Prieto aquí?
- Puedes llamarme Lucio. Luis es uno de mis hombres, al igual que lo era su hermano. Justo por ello creo que fue asesinado.
- Entonces me mintió.
- No juzgue a Luis, tan sólo me defiende.
- ¿De qué? ¿Quiénes son ustedes? ¿Una maldita secta? ¿Quién podría estar en su contra?
- No, inspector, no somos una secta, y no sabemos quién está detrás de mí, pero está claro el motivo. Alguien busca encontrarme y está haciendo todo lo posible por encontrarme.
- ¿Qué motivo lo lleva a esconderse?
- Una pregunta. ¿Por qué estoy vivo?
- Déjese de rollos filosóficos conmigo.
- No me entiende. No es nada filosófico. Usted sabe perfectamente por qué vive, y no le hace falta preguntárselo: su padre se tiró a su madre, han pasado 40 y pocos años, goza de buena salud y no ha tenido ningún incidente grave, a pesar de ser policía. Sin embargo, si usted llegara a cumplir los 300 años, o ahora mismo tuviera el aspecto que tiene un hombre de unos 30 años, ya empezaría a preguntarse algunas cosas.
- ¿Qué demonios quiere decir?
- Lo que le estoy contando. Todos los hombres tenemos una línea de la vida que define nuestro momento en la vida en función del tiempo transcurrido. En todas las personas esa línea es recta, y se dirige hacia la muerte. La mía está claramente distorsionada.
- Mire, o me da pruebas que me puedan ayudar en el caso Prieto, o me estoy yendo ahora mismo. ¿Tiene algo?
- No, pero...
- Entonces me voy.
- Juan, nosotros tenemos la respuesta a la pregunta que llevas haciéndote toda tu vida. ¿Vas a desperdiciar la oportunidad de obtenerla?
- ¿Sí? ¿Y qué pregunta es esa, capullo?
- ¿Quién era Francisco Avellaneda?
- ¿Qué ha dicho?
- Ésa es la pregunta que llevas haciéndote toda tu vida. Desde que eres un crío has querido saber quién era tu padre.
- ¿De qué demonios conoce usted a mi padre?
- Él trabajaba para mí. Como matemático, me ayudó a encontrar un modelo gráfico para mi vida.
- ¿Un modelo gráfico?
- Sí, lo que he dicho antes: una línea de la vida.
- Me toma el pelo. De alguna manera se ha enterado de que murió mi padre hace poco e intenta utilizarlo.
- No, Juan, todo lo que digo es cierto. Ésa es la razón por la que siempre estaba ausente, y cuando pasaba por tu casa no atendía a nada ni a nadie. Tu padre entregó su vida al servicio de nuestra organización. Él creía que si podíamos resolver mi caso, podríamos revolucionar el Mundo entero.
- ¿Qué demonios quieren de mí?
- Un inspector de policía de los mejores, hijo del hombre que más se acercó a una respuesta a mi vida, y con la necesidad innata de conocer a su padre y de ayudar al Mundo. ¿Qué demonios no querríamos de ti? Tú eres nuestro futuro, nuestra esperanza. Tu puedes acceder a la información que guardó tu padre, a la vez que puedes usar el asesinato de Prieto José para intentar encontrar al asesino de tu padre.
- Mi padre murió de un infarto. La autopsia no detectó ninguna toxina.
- Tu padre fue asesinado, Juan. No sabemos cómo pudo hacerlo, pero lo intentó igualmente con José. Sin embargo, él era unos 20 años más joven que tu padre. Lo vio venir, y se pudo defender, aunque tampoco le sirvió de nada.
- ¿Cómo puedo fiarme de vosotros?
- Mira en los archivos de tu padre. Allí está todo. Eso sí, te pedimos que nos los traigas, para que podamos continuar su labor.
- Está bien, os traeré lo que queráis, y continuaré la investigación porque ése es mi deber. Pero no tendréis nada más de mí, y espero que cuando necesite información, la obtenga.
- Es todo lo que necesitamos.
- Hay que joderse con las obras. Si me llego a acordar vengo andando. Bueno, chaval, ahora eres subinspector, pero estate callado y aprende.
- No se preocupe, con lo atacao que estoy...
- Llamo.
- ¿Dígame?
- ¿D. Luis Prieto?
- Sí.
- Policía Nacional.
- Pasen.
Suben por las escaleras al 1º.
- Buenos días, señor Prieto, éste es el subinspector Pérez y yo el inspector Avellaneda.
- Encantado.
- Lo primero que queríamos hacer es expresar nuestro pésame.
- Muchas gracias.
- ¿Sabe usted de alguien con quien tuviera algún problema su hermano?
- Ni idea. El negocio le iba bien, nunca falló a los proveedores. No sé quién podría intentar matarlo. Lo único que se me ocurre es que sea un psicópata y que simplemente le haya tocado a mi hermano.
Tras algunos minutos de charla, los policías se van.
- Si se le ocurre algo, o encuentra algo, o le llama alguien, no dude en llamarnos.
- Vale. ¿Me puede decir su nombre de pila por si tengo que preguntar por usted?
- Juan, Juan Avellaneda Gutiérrez. Aquí le dejo m número.
- Juan Avellaneda... Muchas gracias.
Por la tarde, Juan recibe una llamada.
- ¿Diga?
- ¿Inspector Avellaneda?
- Sí, ¿con quién hablo?
- Perdone que no diga mi nombre por protección. Le llamo porque dispongo de información sobre el asesinato de José Prieto. Pero preferiría dársela en persona, y si puede venir solo, mejor.
- Por supuesto, ¿dígame dónde puedo encontrarlo?
- Venga sobre las 4 de la noche al Mirador de San Nicolás. Lo esperaré allí.
- Vale.
Sólo Juan aceptaría una invitación con tanta mala pinta. Pero él es confiado. A las 4, puntual, un hombre llega al mirador, en el que sólo hay unos 3 jóvenes. El hombre se le acerca.
- ¿Juan Avellaneda?
- Sí, soy yo.
- Venga conmigo, por favor.
Juan lo sigue, y entran en una casa. En ella, el hombre abre una trampilla. Al bajarla, tras el pasillo, hay una habitación donde se encuentra un hombre con aspecto de ser muy anciano, diríase hasta centenario, en una silla de ruedas, y un hombre: Luis Prieto.
- Señor –dice Prieto-, este es el inspector Juan Avellaneda, el hombre del que le hablé.
- Buenos días, inspector.
- ¿Quién es usted, y qué hace Prieto aquí?
- Puedes llamarme Lucio. Luis es uno de mis hombres, al igual que lo era su hermano. Justo por ello creo que fue asesinado.
- Entonces me mintió.
- No juzgue a Luis, tan sólo me defiende.
- ¿De qué? ¿Quiénes son ustedes? ¿Una maldita secta? ¿Quién podría estar en su contra?
- No, inspector, no somos una secta, y no sabemos quién está detrás de mí, pero está claro el motivo. Alguien busca encontrarme y está haciendo todo lo posible por encontrarme.
- ¿Qué motivo lo lleva a esconderse?
- Una pregunta. ¿Por qué estoy vivo?
- Déjese de rollos filosóficos conmigo.
- No me entiende. No es nada filosófico. Usted sabe perfectamente por qué vive, y no le hace falta preguntárselo: su padre se tiró a su madre, han pasado 40 y pocos años, goza de buena salud y no ha tenido ningún incidente grave, a pesar de ser policía. Sin embargo, si usted llegara a cumplir los 300 años, o ahora mismo tuviera el aspecto que tiene un hombre de unos 30 años, ya empezaría a preguntarse algunas cosas.
- ¿Qué demonios quiere decir?
- Lo que le estoy contando. Todos los hombres tenemos una línea de la vida que define nuestro momento en la vida en función del tiempo transcurrido. En todas las personas esa línea es recta, y se dirige hacia la muerte. La mía está claramente distorsionada.
- Mire, o me da pruebas que me puedan ayudar en el caso Prieto, o me estoy yendo ahora mismo. ¿Tiene algo?
- No, pero...
- Entonces me voy.
- Juan, nosotros tenemos la respuesta a la pregunta que llevas haciéndote toda tu vida. ¿Vas a desperdiciar la oportunidad de obtenerla?
- ¿Sí? ¿Y qué pregunta es esa, capullo?
- ¿Quién era Francisco Avellaneda?
- ¿Qué ha dicho?
- Ésa es la pregunta que llevas haciéndote toda tu vida. Desde que eres un crío has querido saber quién era tu padre.
- ¿De qué demonios conoce usted a mi padre?
- Él trabajaba para mí. Como matemático, me ayudó a encontrar un modelo gráfico para mi vida.
- ¿Un modelo gráfico?
- Sí, lo que he dicho antes: una línea de la vida.
- Me toma el pelo. De alguna manera se ha enterado de que murió mi padre hace poco e intenta utilizarlo.
- No, Juan, todo lo que digo es cierto. Ésa es la razón por la que siempre estaba ausente, y cuando pasaba por tu casa no atendía a nada ni a nadie. Tu padre entregó su vida al servicio de nuestra organización. Él creía que si podíamos resolver mi caso, podríamos revolucionar el Mundo entero.
- ¿Qué demonios quieren de mí?
- Un inspector de policía de los mejores, hijo del hombre que más se acercó a una respuesta a mi vida, y con la necesidad innata de conocer a su padre y de ayudar al Mundo. ¿Qué demonios no querríamos de ti? Tú eres nuestro futuro, nuestra esperanza. Tu puedes acceder a la información que guardó tu padre, a la vez que puedes usar el asesinato de Prieto José para intentar encontrar al asesino de tu padre.
- Mi padre murió de un infarto. La autopsia no detectó ninguna toxina.
- Tu padre fue asesinado, Juan. No sabemos cómo pudo hacerlo, pero lo intentó igualmente con José. Sin embargo, él era unos 20 años más joven que tu padre. Lo vio venir, y se pudo defender, aunque tampoco le sirvió de nada.
- ¿Cómo puedo fiarme de vosotros?
- Mira en los archivos de tu padre. Allí está todo. Eso sí, te pedimos que nos los traigas, para que podamos continuar su labor.
- Está bien, os traeré lo que queráis, y continuaré la investigación porque ése es mi deber. Pero no tendréis nada más de mí, y espero que cuando necesite información, la obtenga.
- Es todo lo que necesitamos.
sábado, 13 de marzo de 2010
Servicio adicional
Como casi todo el mundo sabe, Holanda es uno de los países más liberales de nuestro planeta. Es un país donde se puede salir más ciego que Stevie Wonder del Coffee Shop y dirigirte al Barrio Rojo a ver a las prostitutas anunciándose en el escaparate y todo ello sin salir de la legalidad. Pero cuando ciertos conceptos de libertad se confunden con ciertos servicios básicos, la cosa cambia.
Os preguntaréis "¿pero qué cojones dice este tío?". No me demoro: http://www.20minutos.es/noticia/650596/0/enfermeras/holandesas/protesta-sexo/
Atentos a la noticia. El hombre en cuestión, harto de ver pelis porno, confunde la ficción con la realidad, y se le mete en la cabeza que el trabajo de enfermera también debe incluir servicios sexuales. Lo mejor es que muchas aceptaron llevar a cabo estos servicios, hasta que una le dijo que ni hablar del peluquín. Como todo cliente insatisfecho, la despide. Olé tus huevos. Y lo mejor es que parece ser que no es un caso aislado, hasta el punto de que las enfermeras han tenido que crear la organización de la que habla la noticia.
Señores holandeses, sé que la legalización del cannabis es algo que acaba atrayendo, pero un poquito de control en el consumo, que parece que se nos está yendo un poco la cabeza, ¿o no? Que te ponen las enfermeras... Pues llama a una putita, que se ponga el trajecito, y jugueteáis un poco, pero no mancilles un servicio tan necesario para la comunidad.
Buenas tardes, y que Dios bendiga a Holanda
Os preguntaréis "¿pero qué cojones dice este tío?". No me demoro: http://www.20minutos.es/noticia/650596/0/enfermeras/holandesas/protesta-sexo/
Atentos a la noticia. El hombre en cuestión, harto de ver pelis porno, confunde la ficción con la realidad, y se le mete en la cabeza que el trabajo de enfermera también debe incluir servicios sexuales. Lo mejor es que muchas aceptaron llevar a cabo estos servicios, hasta que una le dijo que ni hablar del peluquín. Como todo cliente insatisfecho, la despide. Olé tus huevos. Y lo mejor es que parece ser que no es un caso aislado, hasta el punto de que las enfermeras han tenido que crear la organización de la que habla la noticia.
Señores holandeses, sé que la legalización del cannabis es algo que acaba atrayendo, pero un poquito de control en el consumo, que parece que se nos está yendo un poco la cabeza, ¿o no? Que te ponen las enfermeras... Pues llama a una putita, que se ponga el trajecito, y jugueteáis un poco, pero no mancilles un servicio tan necesario para la comunidad.
Buenas tardes, y que Dios bendiga a Holanda
jueves, 11 de marzo de 2010
El Proyecto Mercurio: Capítulo 1 "El mensaje"
15 de agosto de 2001
La noticia de última hora es el avión de la NASA alimentado por energía solar que bate el récord de altura de vuelo para un vehículo que utiliza ese tipo de energía. John Hazel se encuentra en Miami. La CIA piensa que un terrorista de Al Qaeda se encuentra en Florida. No se conoce su identidad, por lo que no espera encontrar nada. De todas formas, aunque han demostrado ser capaces de mucho, al fin y al cabo no son tan peligrosos. Cuando Hazel entró en la CIA sí había tensión: Guerra Fría, espionaje, etc. Ahora parece más bien un policía de barrio que un agente de la CIA. “No sé ni para qué nos envían sabiendo que no vamos a encontrar nada. ¿De verdad quieren que investiguemos a todos estos? Ya ves, un puñado de inmigrantes que no tienen otra preocupación que ganarse la vida. Mire, Yasser Ali, 42 años, barrendero. ¿Antecedentes? Atracó una simple licorería cuando tenía 18 años. ¡Vaya peligro! Y éste... Mohammed Atta, estudió en El Cairo y Hamburgo, ni si quiera tiene antecedentes.” Hazel mira al hombre que le habla así con una mirada de “tienes razón, pero es tu trabajo”. Entonces, suena el teléfono móvil. Hazel piensa “¿Para qué nos darían estos cacharros? Ahora si que no nos van a dejar en paz.”
La noticia de última hora es el avión de la NASA alimentado por energía solar que bate el récord de altura de vuelo para un vehículo que utiliza ese tipo de energía. John Hazel se encuentra en Miami. La CIA piensa que un terrorista de Al Qaeda se encuentra en Florida. No se conoce su identidad, por lo que no espera encontrar nada. De todas formas, aunque han demostrado ser capaces de mucho, al fin y al cabo no son tan peligrosos. Cuando Hazel entró en la CIA sí había tensión: Guerra Fría, espionaje, etc. Ahora parece más bien un policía de barrio que un agente de la CIA. “No sé ni para qué nos envían sabiendo que no vamos a encontrar nada. ¿De verdad quieren que investiguemos a todos estos? Ya ves, un puñado de inmigrantes que no tienen otra preocupación que ganarse la vida. Mire, Yasser Ali, 42 años, barrendero. ¿Antecedentes? Atracó una simple licorería cuando tenía 18 años. ¡Vaya peligro! Y éste... Mohammed Atta, estudió en El Cairo y Hamburgo, ni si quiera tiene antecedentes.” Hazel mira al hombre que le habla así con una mirada de “tienes razón, pero es tu trabajo”. Entonces, suena el teléfono móvil. Hazel piensa “¿Para qué nos darían estos cacharros? Ahora si que no nos van a dejar en paz.”
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- Hazel.
- Buenos días, agente Hazel.
- Buenos días, ¿con quién tengo el placer de hablar?
- Mi nombre es Francis Niemann.
- Y bien, señor Niemann, ¿qué quiere de mí?
- Dispongo de información de vital importancia para su gente.
- ¿Sí? -hace una señal para que empiecen a localizar la llamada- ¿Y cuál es esa información para que sea tan importante para los EEUU?
- Se equivoca. No es una información de vital importancia para los EEUU, sino para toda la humanidad. Y por cierto, no intente localizar este aparato, no lo conseguirá.
- Vaya, un tipo que se cree listo. Pero si no quiere ser localizado será mejor que cuelgue, porque este cacharro encuentra cualquier teléfono que se encuentre debajo de nuestros satélites.
- Yo no he dicho que no quiera ser localizado, sólo digo que es inútil intentarlo. Usted mismo lo ha dicho: localizan cualquier teléfono que esté por debajo de ellos. Pero desde lo que le hablo no es exactamente un teléfono, aunque concuerda con la idea de comunicarse a distancia y, desde luego, no está debajo de sus satélites.
- Señor, -dice un hombre- el sistema es incapaz de triangular la señal. Ni siquiera obtenemos la torre de comunicación que nos redirige la llamada.
- Señor Niemann, ¿es usted algún graciosillo? Porque no tengo tiempo que perder con ningún informático con demasiado tiempo libre.
- Ahora en serio, agente Hazel. No estoy de guasa. En cuanto cuelgue le enviaré unas coordenadas. Envíelas tal cual a algún contacto suyo en la NASA. Cuando éste hombre le diga que esto no es una broma, usted le responderá que el señor Niemann representa a aquellos que van a llegar a la Tierra y necesita permiso del gobierno de los EEUU para aterrizar dentro de 2 días cn un pequeño avión, por llamarlo así, en Nueva York, cerca de la sede de la ONU. Mañana lo llamaré para saber si dispongo de ese permiso y concretar todo.
Cuando la conversación termina, Hazel se queda perplejo. Empieza a dudar hasta que piensa que no pierde nada. Llama a su contacto en la NASA.
- John, ¿qué tal?
- Ya veremos, Michael, necesito que me mires estas coordenadas que me ha dado un contacto. Te las leo tal como me las ha dado, que ya sabes que no entiendo nada sobre estas cosas.
- Espera un momento. Estos aparatos son muy delicados.
Hazel va dictando el mensaje, mientras que el otro hombre las va copiando en el ordenador.
- Esto puede tardar un buen rato, espero que no me hagas perder el tiempo.
- Pues no te prometo nada -cuelga-. Bueno, a seguir con lo nuestro. No sé ni por qué he llamado.
- ¿Qué pasa señor?
- Nada, un pirado. Creo...
Pasan los minutos hasta que el teléfono suena. Es el contacto de la NASA. Se oye mucho jaleo.
- ¿Michael?
- John -alterado-, creo que cuando me diste esas coordenadas se te olvidó darme el pequeño dato de que era una maldita flota lo que venía hacia aquí.
- ¿Una flota? ¿Qué demonios dices?
- John, a ver, puede que pienses que estoy loco por preguntarte esto, pero ¿comentó algo aquel contacto tuyo sobre su procedencia?
- Entonces, ¿es cierto? A ver -agitándose como si creyera estar soñando-, ¿dices que me acaba de llamar un maldito extraterrestre? Tienes que informar a tus superiores inmediatamente y confirmarlo. Si es así, haced las llamadas que sean necesarias. Dice que estará aquí pasado mañana, y que si los EEUU se lo permiten, se dirigirá a las Naciones Unidas.
- Estamos en ello. Pero créeme, tengo un telescopio mirando hacia las coordenadas que me has dado y las imágenes no dan lugar a dudas.
17 de agosto de 2001
Asamblea General de la ONU, Nueva York. Los jefes de Estado y de Gobierno de las naciones de la Tierra se reúnen en un pleno extraordinario. A la palestra acaba de subir un hombre, en principio común, pero cuya ropa es extraña, de estilo futurista. Es Francis Niemann, representante de la flota que orbita ya la Tierra.
- Lo primero que me gustaría hacer es agradecer, en nombre de mi gente, la recepción que nos habéis dado. El miedo habría sido una respuesta lógica, pero la Tierra ha demostrado ser abierta: han demostrado ustedes su voluntad por el encuentro. Mi gente y yo procedemos del cuarto planeta del sistema que ustedes nombran Gliese 581, a unos 20 años luz de su planeta. Entiendo que las dudas sobre nuestra tecnología, nuestra biología y otros muchos aspectos serán muchas, pero he de advertir que nuestra misión no es de colaboración tecnológica. No pretendemos mejorar sus calidades de vida, entre otros motivos porque muchos problemas no los podríamos resolver debido a las diferencias entre nuestra biología. Han de saber que esta no es nuestra apariencia real, sino que son vestimentas protectoras para las que hemos elegido esta apariencia más familiar para ustedes. Nuestra misión aquí es de advertencia, y de apoyo militar. Mi gente y yo no representamos la legalidad vigente en nuestro hogar. Nosotros somos la rebelión, somos considerados criminales. ¿La causa? No aceptamos una solución si ésta significa un genocidio en otro planeta. Nuestro problema -mientras se levanta el ruido en la asamblea-, señores, es un cambio climático que está haciendo la vida en nuestro planeta muy difícil. El clima se ha vuelto extremadamente frío, y los recursos empiezan a escasear. Nuestra gente está en una situación desesperada, y como siempre ocurre en las crisis, los tiranos aprovechan prometiendo soluciones fáciles, ganándose al pueblo y consiguiendo un poder ilimitado. Así, uno de los nuestros consiguió alzarse con el poder, y desde entonces gobierna nuestra nación como un dictador, y prepara la invasión de este planeta y la absoluta aniquilación de la especie humana. Dentro de como mucho 5 años una flota militar llegará a la Tierra con esa misión. Algunos negamos que nuestra única solución sea una matanza, pero ya es tarde para evitarlo desde dentro. Por ello, hemos venido aquí para armaros, apoyaros, y construir sistemas defensivos que puedan rechazar la invasión. Tras ello, volveremos a nuestro planeta y buscaremos soluciones racionales al problema, devolviendo la soberanía al pueblo y demostrando que afrontar un problema es mucho más efectivo, aunque no más fácil, que huir de él. Para llevar a cabo esta misión requiero el apoyo de todas y cada una de las naciones de la Tierra. Muchos de sus países se encuentran enemistados, y sus intereses han chocado más de una vez, pero desde hoy hasta el día en que acabe esta locura, deben olvidar sus diferencias y trabajar juntos. Con nuestra ayuda evitarán la completa destrucción de su civilización. Pido al Consejo de Seguridad que convoque una reunión urgente para esta misma tarde, en la que mi hermana Mir, jefa de ingenieros; el comandante supremo de nuestro ejército, el general Seratram; y yo, como líder político de los rebeldes, explicaremos nuestro plan para rechazar la flota enemiga. Muchas gracias, y espero una gran colaboración por parte de este planeta.
La sala permanece en silencio, mientras todos lo gobernantes mundiales permanecen atónitos ante la dramática noticia. Niemann abandona el lugar. Esa tarde, los líderes de los países miembros del Consejo de Seguridad se reúnen con Niemann y su gente.
- Buenas tardes señores. Sé que ha sido poco tiempo para asimilar una noticia de esta magnitud, pero el tiempo apremia. Por eso, sin más dilación, les explicaremos el plan.
- Perdone -interrumpe el primer ministro de Reino Unido-, pero creo que no estaría mal que supiéramos algo más sobre ustedes antes de nada,
- Señor Blair, créame, me encantaría sentarme con ustedes a charlar sobre nuestra civilización, de los progresos que podríamos hacer aquí en la Tierra, pero no es una prioridad. No sé si le ha quedado muy claro, pero su gente está en peligro. No me malinterprete, no tengo intención ninguna de ofenderlo, pero hemos de centrarnos. Mir...
- Buenos días señores. Mi nombre es Mir Keras, y soy la jefa del Equipo de Ingenieros. Fui oficial del Cuerpo de Ingenieros en nuestro planeta hasta que los desertores fuimos expulsados. Por ello, conozco perfectamente la maquinaria de guerra del enemigo, y conozco a fondo los puntos débiles de las naves de la Flota. En base a dichos conocimientos, hemos desarrollado un arma capaz de neutralizar un gran porcentaje de las naves que vayan acercándose al planeta. Estudiamos que hasta un 60% del ejército invasor caería. Nos gustaría evitar esa masacre, pero es necesaria. Tras ello, lo lógico será un rendición incondicional del resto del ejército, porque nuestras fuerzas, unidas a las suyas, las superarían ya claramente. Para asegurarnos de ello, armaremos y entrenaremos a sus tropas. En caso de que los invasores no se rindan, lo cual dudo, estarán preparados para rechazarlos. Dejo la palabra al general Seratram para que detalle este aspecto.
- Gracias cariño. Bueno, en caso de que las naciones de la Tierra nos den su aprobación, mañana mismo comenzaremos el rearme de sus ejércitos con nuestra tecnología. En todas las unidades aceptarán a algunos de los nuestros. A todo general se le asignará a uno de los nuestros para dar consejo y se le dará autoridad sobre su unidad. Sólo con estas concesiones por parte de las fuerzas armadas de todos los países podremos rechazar efectivamente un ataque en caso de que todo no vaya como esperamos. Nuestras armas se diferencian de las suyas sobretodo en el nivel tecnológico, en cuando a tipos de armas, y táctica, las diferencias son mínimas. En el periodo desde ya mismo hasta cuando el enemigo llegue, sus ejércitos estarán perfectamente preparados y familiarizados con nuestra tecnología. Eso es todo, espero haber sido breve pero preciso.
- ¿Alguna pregunta -dice Niemann-?
El silencio se hace en la sala, hasta que Rumsfeld, Secretario de Defensa americano, alza la voz.
- Señores, estamos todos desconcertados, no tenemos ni idea de quiénes son, y desde luego sería estúpido no aceptar sus condiciones. Está claro que sólo ustedes sabrían combatir contra esto. Señor Presidente -a Bush, que asiente-, señores líderes de otros países, yo lo tengo claro...
Poco a poco todos y cada uno de los líderes de los países en el Consejo van aceptando, y tras la reunión se manda un mensaje a los países no miembros con la petición de colaboración. Niemann, Seratram y Keras suben a la pequeña nave en la que aterrizaron y ésta despega. Seratram mira a Niemann.
- Francis, sigo pensando que no deberíamos mentirles. Podemos cumplir perfectamente la misión diciéndoles la verdad. Así nos arriesgamos a que si nos descubren dejen de colaborar. Dejemos que vean lo que somos, y tendrán que aceptarnos como somos.
- Como se nota que no sabes mucho sobre los terrícolas. No comprenderían y querrían hacer las cosas a su manera, nos mirarían como a monstruos y nos despreciarían. Todo el plan se iría a la mierda.
- Los subestimas, deberíamos iniciar el Proyecto “Revelación”.
No, eres tú quien subestimas su furia, y ésta se centraría en nosotros tras conocer “Revelación”. Tenemos que ganarnos su confianza, de eso trata el Proyecto “Mercurio”.
- Buenos días, agente Hazel.
- Buenos días, ¿con quién tengo el placer de hablar?
- Mi nombre es Francis Niemann.
- Y bien, señor Niemann, ¿qué quiere de mí?
- Dispongo de información de vital importancia para su gente.
- ¿Sí? -hace una señal para que empiecen a localizar la llamada- ¿Y cuál es esa información para que sea tan importante para los EEUU?
- Se equivoca. No es una información de vital importancia para los EEUU, sino para toda la humanidad. Y por cierto, no intente localizar este aparato, no lo conseguirá.
- Vaya, un tipo que se cree listo. Pero si no quiere ser localizado será mejor que cuelgue, porque este cacharro encuentra cualquier teléfono que se encuentre debajo de nuestros satélites.
- Yo no he dicho que no quiera ser localizado, sólo digo que es inútil intentarlo. Usted mismo lo ha dicho: localizan cualquier teléfono que esté por debajo de ellos. Pero desde lo que le hablo no es exactamente un teléfono, aunque concuerda con la idea de comunicarse a distancia y, desde luego, no está debajo de sus satélites.
- Señor, -dice un hombre- el sistema es incapaz de triangular la señal. Ni siquiera obtenemos la torre de comunicación que nos redirige la llamada.
- Señor Niemann, ¿es usted algún graciosillo? Porque no tengo tiempo que perder con ningún informático con demasiado tiempo libre.
- Ahora en serio, agente Hazel. No estoy de guasa. En cuanto cuelgue le enviaré unas coordenadas. Envíelas tal cual a algún contacto suyo en la NASA. Cuando éste hombre le diga que esto no es una broma, usted le responderá que el señor Niemann representa a aquellos que van a llegar a la Tierra y necesita permiso del gobierno de los EEUU para aterrizar dentro de 2 días cn un pequeño avión, por llamarlo así, en Nueva York, cerca de la sede de la ONU. Mañana lo llamaré para saber si dispongo de ese permiso y concretar todo.
Cuando la conversación termina, Hazel se queda perplejo. Empieza a dudar hasta que piensa que no pierde nada. Llama a su contacto en la NASA.
- John, ¿qué tal?
- Ya veremos, Michael, necesito que me mires estas coordenadas que me ha dado un contacto. Te las leo tal como me las ha dado, que ya sabes que no entiendo nada sobre estas cosas.
- Espera un momento. Estos aparatos son muy delicados.
Hazel va dictando el mensaje, mientras que el otro hombre las va copiando en el ordenador.
- Esto puede tardar un buen rato, espero que no me hagas perder el tiempo.
- Pues no te prometo nada -cuelga-. Bueno, a seguir con lo nuestro. No sé ni por qué he llamado.
- ¿Qué pasa señor?
- Nada, un pirado. Creo...
Pasan los minutos hasta que el teléfono suena. Es el contacto de la NASA. Se oye mucho jaleo.
- ¿Michael?
- John -alterado-, creo que cuando me diste esas coordenadas se te olvidó darme el pequeño dato de que era una maldita flota lo que venía hacia aquí.
- ¿Una flota? ¿Qué demonios dices?
- John, a ver, puede que pienses que estoy loco por preguntarte esto, pero ¿comentó algo aquel contacto tuyo sobre su procedencia?
- Entonces, ¿es cierto? A ver -agitándose como si creyera estar soñando-, ¿dices que me acaba de llamar un maldito extraterrestre? Tienes que informar a tus superiores inmediatamente y confirmarlo. Si es así, haced las llamadas que sean necesarias. Dice que estará aquí pasado mañana, y que si los EEUU se lo permiten, se dirigirá a las Naciones Unidas.
- Estamos en ello. Pero créeme, tengo un telescopio mirando hacia las coordenadas que me has dado y las imágenes no dan lugar a dudas.
17 de agosto de 2001
Asamblea General de la ONU, Nueva York. Los jefes de Estado y de Gobierno de las naciones de la Tierra se reúnen en un pleno extraordinario. A la palestra acaba de subir un hombre, en principio común, pero cuya ropa es extraña, de estilo futurista. Es Francis Niemann, representante de la flota que orbita ya la Tierra.
- Lo primero que me gustaría hacer es agradecer, en nombre de mi gente, la recepción que nos habéis dado. El miedo habría sido una respuesta lógica, pero la Tierra ha demostrado ser abierta: han demostrado ustedes su voluntad por el encuentro. Mi gente y yo procedemos del cuarto planeta del sistema que ustedes nombran Gliese 581, a unos 20 años luz de su planeta. Entiendo que las dudas sobre nuestra tecnología, nuestra biología y otros muchos aspectos serán muchas, pero he de advertir que nuestra misión no es de colaboración tecnológica. No pretendemos mejorar sus calidades de vida, entre otros motivos porque muchos problemas no los podríamos resolver debido a las diferencias entre nuestra biología. Han de saber que esta no es nuestra apariencia real, sino que son vestimentas protectoras para las que hemos elegido esta apariencia más familiar para ustedes. Nuestra misión aquí es de advertencia, y de apoyo militar. Mi gente y yo no representamos la legalidad vigente en nuestro hogar. Nosotros somos la rebelión, somos considerados criminales. ¿La causa? No aceptamos una solución si ésta significa un genocidio en otro planeta. Nuestro problema -mientras se levanta el ruido en la asamblea-, señores, es un cambio climático que está haciendo la vida en nuestro planeta muy difícil. El clima se ha vuelto extremadamente frío, y los recursos empiezan a escasear. Nuestra gente está en una situación desesperada, y como siempre ocurre en las crisis, los tiranos aprovechan prometiendo soluciones fáciles, ganándose al pueblo y consiguiendo un poder ilimitado. Así, uno de los nuestros consiguió alzarse con el poder, y desde entonces gobierna nuestra nación como un dictador, y prepara la invasión de este planeta y la absoluta aniquilación de la especie humana. Dentro de como mucho 5 años una flota militar llegará a la Tierra con esa misión. Algunos negamos que nuestra única solución sea una matanza, pero ya es tarde para evitarlo desde dentro. Por ello, hemos venido aquí para armaros, apoyaros, y construir sistemas defensivos que puedan rechazar la invasión. Tras ello, volveremos a nuestro planeta y buscaremos soluciones racionales al problema, devolviendo la soberanía al pueblo y demostrando que afrontar un problema es mucho más efectivo, aunque no más fácil, que huir de él. Para llevar a cabo esta misión requiero el apoyo de todas y cada una de las naciones de la Tierra. Muchos de sus países se encuentran enemistados, y sus intereses han chocado más de una vez, pero desde hoy hasta el día en que acabe esta locura, deben olvidar sus diferencias y trabajar juntos. Con nuestra ayuda evitarán la completa destrucción de su civilización. Pido al Consejo de Seguridad que convoque una reunión urgente para esta misma tarde, en la que mi hermana Mir, jefa de ingenieros; el comandante supremo de nuestro ejército, el general Seratram; y yo, como líder político de los rebeldes, explicaremos nuestro plan para rechazar la flota enemiga. Muchas gracias, y espero una gran colaboración por parte de este planeta.
La sala permanece en silencio, mientras todos lo gobernantes mundiales permanecen atónitos ante la dramática noticia. Niemann abandona el lugar. Esa tarde, los líderes de los países miembros del Consejo de Seguridad se reúnen con Niemann y su gente.
- Buenas tardes señores. Sé que ha sido poco tiempo para asimilar una noticia de esta magnitud, pero el tiempo apremia. Por eso, sin más dilación, les explicaremos el plan.
- Perdone -interrumpe el primer ministro de Reino Unido-, pero creo que no estaría mal que supiéramos algo más sobre ustedes antes de nada,
- Señor Blair, créame, me encantaría sentarme con ustedes a charlar sobre nuestra civilización, de los progresos que podríamos hacer aquí en la Tierra, pero no es una prioridad. No sé si le ha quedado muy claro, pero su gente está en peligro. No me malinterprete, no tengo intención ninguna de ofenderlo, pero hemos de centrarnos. Mir...
- Buenos días señores. Mi nombre es Mir Keras, y soy la jefa del Equipo de Ingenieros. Fui oficial del Cuerpo de Ingenieros en nuestro planeta hasta que los desertores fuimos expulsados. Por ello, conozco perfectamente la maquinaria de guerra del enemigo, y conozco a fondo los puntos débiles de las naves de la Flota. En base a dichos conocimientos, hemos desarrollado un arma capaz de neutralizar un gran porcentaje de las naves que vayan acercándose al planeta. Estudiamos que hasta un 60% del ejército invasor caería. Nos gustaría evitar esa masacre, pero es necesaria. Tras ello, lo lógico será un rendición incondicional del resto del ejército, porque nuestras fuerzas, unidas a las suyas, las superarían ya claramente. Para asegurarnos de ello, armaremos y entrenaremos a sus tropas. En caso de que los invasores no se rindan, lo cual dudo, estarán preparados para rechazarlos. Dejo la palabra al general Seratram para que detalle este aspecto.
- Gracias cariño. Bueno, en caso de que las naciones de la Tierra nos den su aprobación, mañana mismo comenzaremos el rearme de sus ejércitos con nuestra tecnología. En todas las unidades aceptarán a algunos de los nuestros. A todo general se le asignará a uno de los nuestros para dar consejo y se le dará autoridad sobre su unidad. Sólo con estas concesiones por parte de las fuerzas armadas de todos los países podremos rechazar efectivamente un ataque en caso de que todo no vaya como esperamos. Nuestras armas se diferencian de las suyas sobretodo en el nivel tecnológico, en cuando a tipos de armas, y táctica, las diferencias son mínimas. En el periodo desde ya mismo hasta cuando el enemigo llegue, sus ejércitos estarán perfectamente preparados y familiarizados con nuestra tecnología. Eso es todo, espero haber sido breve pero preciso.
- ¿Alguna pregunta -dice Niemann-?
El silencio se hace en la sala, hasta que Rumsfeld, Secretario de Defensa americano, alza la voz.
- Señores, estamos todos desconcertados, no tenemos ni idea de quiénes son, y desde luego sería estúpido no aceptar sus condiciones. Está claro que sólo ustedes sabrían combatir contra esto. Señor Presidente -a Bush, que asiente-, señores líderes de otros países, yo lo tengo claro...
Poco a poco todos y cada uno de los líderes de los países en el Consejo van aceptando, y tras la reunión se manda un mensaje a los países no miembros con la petición de colaboración. Niemann, Seratram y Keras suben a la pequeña nave en la que aterrizaron y ésta despega. Seratram mira a Niemann.
- Francis, sigo pensando que no deberíamos mentirles. Podemos cumplir perfectamente la misión diciéndoles la verdad. Así nos arriesgamos a que si nos descubren dejen de colaborar. Dejemos que vean lo que somos, y tendrán que aceptarnos como somos.
- Como se nota que no sabes mucho sobre los terrícolas. No comprenderían y querrían hacer las cosas a su manera, nos mirarían como a monstruos y nos despreciarían. Todo el plan se iría a la mierda.
- Los subestimas, deberíamos iniciar el Proyecto “Revelación”.
No, eres tú quien subestimas su furia, y ésta se centraría en nosotros tras conocer “Revelación”. Tenemos que ganarnos su confianza, de eso trata el Proyecto “Mercurio”.
La sana envidia
El hombre es un ser envidioso, y esta cualidad de nuestra especie infravalorada tiene a veces fantásticas consecuencias. Por ejemplo, este blog, nacido de la envidia a ese ser que se hace llamar Alejandro Torralba, quien hace unas semanas creó su blog. Yo, que siempre he buscado una manera de liberar esta gigantesca cabeza que Dios me dio de las grandes, pero no por ello menos esquizofrénicas ideas, y movido en gran medida por la envidia, me dije "hostia, me hago un blog, y ahí me libero de las locuras que aparecen por mi mente y evito el camino del asesino en serie".
Así que aquí está "El Hijo de Ares", cuyo nombre, como todo el sabido en mitología griega, o viciado del God of War, viene de Ares, dios griego de la guerra. Y para eso está este blog, entre otras cosas, para dar guerra, para criticar las cosas que pasan, etc. Pero no sólo para dar la tabarra, sino que también será un blog donde colgaré esas pequeñas historias que se me ocurren cuando camino de mi casa a la facultad, de mi facultad a mi casa, de mi casa al alemán... vamos, cuando voy andando solo y me aburro. ¡Y muchas cosas más!
Por ello, sin querer competir en calidad con el blog del yankee Alejandro, aquí está "El Hijo de Ares". Espero que pronto esté más bonito, y con muchas historias, comentarios, etc.
Así que aquí está "El Hijo de Ares", cuyo nombre, como todo el sabido en mitología griega, o viciado del God of War, viene de Ares, dios griego de la guerra. Y para eso está este blog, entre otras cosas, para dar guerra, para criticar las cosas que pasan, etc. Pero no sólo para dar la tabarra, sino que también será un blog donde colgaré esas pequeñas historias que se me ocurren cuando camino de mi casa a la facultad, de mi facultad a mi casa, de mi casa al alemán... vamos, cuando voy andando solo y me aburro. ¡Y muchas cosas más!
Por ello, sin querer competir en calidad con el blog del yankee Alejandro, aquí está "El Hijo de Ares". Espero que pronto esté más bonito, y con muchas historias, comentarios, etc.
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