En las oficinas de la CIA está todo revuelto. Un hombre se acerca a Hazel.
- John, ¿te has enterado de lo de Al Qaeda?
- Sí, James, han dejado las armas, ¿no? He oído algo en la radio, pero no la he puesto mucho.
- No, digo lo de los atentados que preparaban.
- No, ¿qué es?
- Por lo visto estaban organizando un plan para secuestrar unos aviones y estrellarlos contra las Torres Gemelas, el Pentágono y... no me acuerdo si contra el Capitolio o contra la Casa Blanca.
- Pues muy bien, si creían que iban a poder burlar el sistema de seguridad de un aeropuerto como para poder hacer todo eso...
- Por lo visto lo tenían bien preparado.
- Bah, de todas formas, ahora ya no quieren hacer nada, ¿no? Todos juntos contra el invasor.
- Se nos acaba el trabajo. Hablando de trabajo, hay un alemán que te busca.
- ¿Alemán?
- Sí, un agente.
- Ah, pues, muy bien.
- Espera al lado de tu puerta.
- Gracias.
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Hazel se dirige a su despacho, al lado del cual espera un hombre rubio.
- Usted es John Hazel, ¿no?
- Sí, soy yo. Y usted es...
- Karl Sánchez, BND. Si no me equivoco es usted el primer hombre que se comunicó con el señor Niemann.
- Así es.
- Señor Hazel, ¿notó algo raro en él, se fijó en algún posible fallo en su versión?
- Llámeme John. Respecto a tu pregunta, creía que era un crío gastándome una broma, no estaba pendiente de la historia en sí. ¿Por qué me pregunta eso? ¿Qué tiene en contra de Niemann?
- No me andaré con rodeos. Ayer por la noche, cunado llegué a mi casa en Múnich, abrí mi correo electrónico, tras hacer las paces con el ordenador, y tenía un mensaje. Se lo enseño.
"No os fiéis de Niemann, todo lo que ha dicho es mentira. Avise a su gobierno e investigue."
- ¿Tan sólo eso? No sé en Alemania, pero desde luego en mi país necesitamos más pruebas para estas cosas. Si Niemann miente, ¿por qué no nos dice este desconocido la verdad?
- A saber cómo de controlados tienen los mensajes. De todas formas, toda la noche estuve pensando en mil cosas que no concuerdan. ¿Por qué crees que se comunicó contigo?
- No sé, a lo mejor porque soy un agente del servicio de inteligencia de la primera potencia mundial.
- Sí, pero, ¿por qué no con el presidente Bush? Tienen tecnología como para comunicarse con quien quieran sin pasar filtros. También podrían haber llamado directamente a la NASA. Pero no, avisan a un agente que está trabajando.
- Creerían que era lo más protocolario. Quieren dar una buena imagen, ganarse nuestra confianza; eso no es malo.
- Entonces, ¿por qué no dicen nada sobre su civilización? Cualquier pregunta que se les hace sobre su pueblo la evitan con la excusa de que hay que prepararse, que la defensa es lo primordial.
- ¿Qué demonios insinúas?
- Llegan aquí, nos meten el miedo en el cuerpo, y así, les entregamos el poder poco a poco. Hoy mismo ya están entrando en todas las unidades militares de la Tierra.
- Pero nadie se para a pensar que quizás ellos son el enemigo, que quizás ésta es ya la invasión.
- Sí, pero no tienes ninguna prueba de que quieran hacer eso.
- ¡Pero tampoco tenemos pruebas de lo contrario! Esto no es un juicio a un criminal común, nos jugamos la supervivencia de la Humanidad, y los gobiernos del planeta responden con una fe ciega en una gente que acaba de llegar.
- Entonces, ¿por qué no invadir directamente? Tienen una tecnología mil veces superior a la nuestra.
- A lo mejor necesitan algo de nosotros, o simplemente su gente no lo vería ético. Podría ser un proyecto de unos pocos. Les llegan a los suyos con que la historia de una invasión sería la única manera de que los aceptáramos, y poco a poco van consiguiendo una excusa para exterminarnos.
- Resumiendo, que ayer te aburrías, tenías insomnio, y decidiste darle vueltas al mensaje de un desconocido, que quizás ni es de los suyos.
- Es de los suyos. Mi gente no ha podido localizar la procedencia, y no tenemos peores medios que los vuestros. Si no es localizable, no es un ordenador, no es una línea de internet...
- Pero podría ser alguien que trabaje para su gobierno.
- Mira, no te pido que desconfíes, te pido que no te fíes. Además, da igual, tus superiores ya te han asignado la misión. Por cierto, me voy a tomar un café, que si no no aguanto hasta la noche, que para mi cuerpo ya estamos por la tarde.
- ¿Qué misión?
- La CIA y el BND han acordado que se investigará tanto a Niemann como el mensaje que recibí. Ya que yo recibí el mensaje y tú fuiste el primero en hablar con Niemann, creen que seríamos los mejores para esta misión.
- Perfecto, y me lo tienes que decir tú. Bueno, entonces, ¿somos compañeros?
- Eso creo.
- Pues, ¿por dónde empezamos?
- Lo primero es el reconocimiento del terreno.
Esa mañana, Niemann y Seratram se reúnen con el Secretario General de la ONU en Nueva York. Cuando salen de la reunión, Sánchez y Hazel se acercan a Niemann.
- Señor Niemann -dice Sánchez-, mi general, soy el agente Sánchez, y al agente Hazel creo que ya lo conoce.
- Por supuesto. No le culpo, agente Hazel, yo también habría creído que era una broma. No todos los días se toma parte en un cambio tan brusco en la historia de tu planeta.
- No pasa nada -responde Hazel-. Necesitamos que nos acompañen un momento a solas para discutir ciertos temas.
- Por supuesto. Ser, vamos.
Entran en una habitación a solas. Sánchez se sienta y comienza a hablar:
- Señor Niemann, no me andaré con rodeos. Tenemos razones para pensar que existen ciertos fallos en la seguridad de sus sistemas de comunicación.
- ¿Y eso?
- Anoche recibí un correo de un posible infiltrado de su gobierno en el que intentaba generar desconfianza hacia ustedes. Sin embargo, como entenderá, no voy a creer un mensaje de un posible enemigo sin prueba ninguna...
- ¿Quién demonios podría...? Muchas gracias, señor Sánchez.
- Para investigar todo esto necesitaremos estar con usted todo el tiempo cuando baje a tierra, y a lo mejor vendría bien que investigáramos también en la base lunar.
- No sé si mis hombres estarán de acuerdo, pero intentaré hacer todo lo posible por facilitar su labor. Le agradezco mucho su ayuda.
- Para eso estamos.
- Hasta otra, entonces.
Seratram y Niemann salen.
- Así que -dice Hazel- no hay desconfianza.
- Si cree que estamos a ciegas con ellos todo irá mejor. Ahora lo tendremos más vigilado, y pondremos nervioso a nuestro contacto, por lo que se planteará empezar a darnos algo más de información.
- ¡Joder, qué tíos más listos! Con razón fueron tan difíciles de pelar los nazis...
- Más te vale no volver a comparar a la Alemania de hoy con la de Hitler.
- Ey, lo siento.
Mientras, Seratram y Niemann toman su nave y parten de nuevo a la base. Mientras salen de la nave, hablan.
- Hay que aumentar el nivel de seguridad de las comunicaciones. Hay que intentar encontrar desde donde se ha enviado ese mensaje.
- Francis, si alguien del Gobierno está aquí infiltrado, es mejor que digamos la verdad en cuanto podamos. No nos conviene que crean que somos el enemigo.
- Mira que eres pesado. Esto sólo es un problema cualquiera. Ese alemán sospecha algo, se le nota, pero mientras lo tenga entretenido...
- Siempre tan confiado.
- No soy confiado, me gusta vivir tranquilo. Ve a tu habitación y acompaña a mi hermana. No le digas nada sobre lo del mensaje, que sabes que ella se pone más nerviosa que tú.
- No, si se nota que tenéis distintos genes. Bueno, mañana nos vemos.
- Venga, Ser.
Seratram se va, y llega un hombre.
- Buenas, señor.
- Buenas, agente. Al parecer hay un topo en nuestra base. Ha logrado comunicarse con la Tierra. Busque el fallo de seguridad del sistema de comunicaciones.
- Como usted diga.
- Y vigile de cerca a Seratram.
- ¿Al general? Creía que eran amigos desde jóvenes.
- Sí, pero desde el inicio de la misión se comporta de manera extraña y no para de dudar de mi palabra.
- Si usted lo dice... Pero sus comunicaciones no las podemos controlar.
- Lo sé, pero con tenerlo vigilado bastará. No creo que él tenga nada que ver, pero es mejor ser precavido.
Mientras está en su habitación, solo, Niemann medita. Una mezcla de entusiasmo y miedo definen su visión del futuro. Sale, y se encuentra con su hermana.
- Francis, te esperan los oficiales que van a bajar a la Tierra.
- Vale.
- Eh, Francis.
- Dime.
- No te agobies tanto. Todo saldrá bien, ya lo verás. Está todo planeado. Ya sabes cómo es Ser.
- Si no no podría haber aguantado casarse con la hija de Karl Keras, ¿no?
- Pero tu eres un Niemann, puedes con ello.
- Claro.
Niemann besa en la frente a su hermana y se dirige al hangar, donde esperan miles de hombres.
- Señores, el momento ha llegado. Puede que ustedes crean que su misión no es importante, pero lo es. Es cierto que el arma se construirá aquí, pero para poder hacerlo sin complicaciones, requerimos la colaboración de la Tierra. Vosotros haréis sentir a los de allí abajo que somos lo que somos: sus aliados. Haréis que sientan respeto por nosotros, conseguiréis que sus tropas nos sean tan leales como a sus banderas. Tenéis una misión muy importante: crear un vínculo entre la Tierra y nosotros tan fuerte como el metal. Así, cuando llegue el día, ellos y nosotros celebraremos todos juntos la muerte de nuestros enemigos. Cuando erradiquemos la enfermedad que se aproxima a la Tierra, cuando la guerra sea disipada por la victoria, cuando Hades cabalgue aplastando a esa escoria, ambos pueblos festejaremos el fin de una era, y el inicio de una nueva de progreso, de fuerza. A sangre escribiremos nuestro nombre en la historia, a fuego sellaremos nuestro triunfo, y con la muerte haremos una alianza que nos otorgará una vida de ensueño. Id hacia la Tierra con la cabeza bien alta, pero sed cuidadosos. De vosotros depende nuestro futuro. Confío en vosotros.
Los oficiales, eufóricos, aclaman a Niemann. Poco a poco se van montando en sus naves, y se van hacia la Tierra. Niemann se acerca sonriente a su hermana.
- Hermanito, eres un auténtico líder. Nuestros padres estarían orgullosos de ti.
- Y de ti, Mir. Juntos vamos a hacer todos sus sueños realidad.
- Usted es John Hazel, ¿no?
- Sí, soy yo. Y usted es...
- Karl Sánchez, BND. Si no me equivoco es usted el primer hombre que se comunicó con el señor Niemann.
- Así es.
- Señor Hazel, ¿notó algo raro en él, se fijó en algún posible fallo en su versión?
- Llámeme John. Respecto a tu pregunta, creía que era un crío gastándome una broma, no estaba pendiente de la historia en sí. ¿Por qué me pregunta eso? ¿Qué tiene en contra de Niemann?
- No me andaré con rodeos. Ayer por la noche, cunado llegué a mi casa en Múnich, abrí mi correo electrónico, tras hacer las paces con el ordenador, y tenía un mensaje. Se lo enseño.
"No os fiéis de Niemann, todo lo que ha dicho es mentira. Avise a su gobierno e investigue."
- ¿Tan sólo eso? No sé en Alemania, pero desde luego en mi país necesitamos más pruebas para estas cosas. Si Niemann miente, ¿por qué no nos dice este desconocido la verdad?
- A saber cómo de controlados tienen los mensajes. De todas formas, toda la noche estuve pensando en mil cosas que no concuerdan. ¿Por qué crees que se comunicó contigo?
- No sé, a lo mejor porque soy un agente del servicio de inteligencia de la primera potencia mundial.
- Sí, pero, ¿por qué no con el presidente Bush? Tienen tecnología como para comunicarse con quien quieran sin pasar filtros. También podrían haber llamado directamente a la NASA. Pero no, avisan a un agente que está trabajando.
- Creerían que era lo más protocolario. Quieren dar una buena imagen, ganarse nuestra confianza; eso no es malo.
- Entonces, ¿por qué no dicen nada sobre su civilización? Cualquier pregunta que se les hace sobre su pueblo la evitan con la excusa de que hay que prepararse, que la defensa es lo primordial.
- ¿Qué demonios insinúas?
- Llegan aquí, nos meten el miedo en el cuerpo, y así, les entregamos el poder poco a poco. Hoy mismo ya están entrando en todas las unidades militares de la Tierra.
- Pero nadie se para a pensar que quizás ellos son el enemigo, que quizás ésta es ya la invasión.
- Sí, pero no tienes ninguna prueba de que quieran hacer eso.
- ¡Pero tampoco tenemos pruebas de lo contrario! Esto no es un juicio a un criminal común, nos jugamos la supervivencia de la Humanidad, y los gobiernos del planeta responden con una fe ciega en una gente que acaba de llegar.
- Entonces, ¿por qué no invadir directamente? Tienen una tecnología mil veces superior a la nuestra.
- A lo mejor necesitan algo de nosotros, o simplemente su gente no lo vería ético. Podría ser un proyecto de unos pocos. Les llegan a los suyos con que la historia de una invasión sería la única manera de que los aceptáramos, y poco a poco van consiguiendo una excusa para exterminarnos.
- Resumiendo, que ayer te aburrías, tenías insomnio, y decidiste darle vueltas al mensaje de un desconocido, que quizás ni es de los suyos.
- Es de los suyos. Mi gente no ha podido localizar la procedencia, y no tenemos peores medios que los vuestros. Si no es localizable, no es un ordenador, no es una línea de internet...
- Pero podría ser alguien que trabaje para su gobierno.
- Mira, no te pido que desconfíes, te pido que no te fíes. Además, da igual, tus superiores ya te han asignado la misión. Por cierto, me voy a tomar un café, que si no no aguanto hasta la noche, que para mi cuerpo ya estamos por la tarde.
- ¿Qué misión?
- La CIA y el BND han acordado que se investigará tanto a Niemann como el mensaje que recibí. Ya que yo recibí el mensaje y tú fuiste el primero en hablar con Niemann, creen que seríamos los mejores para esta misión.
- Perfecto, y me lo tienes que decir tú. Bueno, entonces, ¿somos compañeros?
- Eso creo.
- Pues, ¿por dónde empezamos?
- Lo primero es el reconocimiento del terreno.
Esa mañana, Niemann y Seratram se reúnen con el Secretario General de la ONU en Nueva York. Cuando salen de la reunión, Sánchez y Hazel se acercan a Niemann.
- Señor Niemann -dice Sánchez-, mi general, soy el agente Sánchez, y al agente Hazel creo que ya lo conoce.
- Por supuesto. No le culpo, agente Hazel, yo también habría creído que era una broma. No todos los días se toma parte en un cambio tan brusco en la historia de tu planeta.
- No pasa nada -responde Hazel-. Necesitamos que nos acompañen un momento a solas para discutir ciertos temas.
- Por supuesto. Ser, vamos.
Entran en una habitación a solas. Sánchez se sienta y comienza a hablar:
- Señor Niemann, no me andaré con rodeos. Tenemos razones para pensar que existen ciertos fallos en la seguridad de sus sistemas de comunicación.
- ¿Y eso?
- Anoche recibí un correo de un posible infiltrado de su gobierno en el que intentaba generar desconfianza hacia ustedes. Sin embargo, como entenderá, no voy a creer un mensaje de un posible enemigo sin prueba ninguna...
- ¿Quién demonios podría...? Muchas gracias, señor Sánchez.
- Para investigar todo esto necesitaremos estar con usted todo el tiempo cuando baje a tierra, y a lo mejor vendría bien que investigáramos también en la base lunar.
- No sé si mis hombres estarán de acuerdo, pero intentaré hacer todo lo posible por facilitar su labor. Le agradezco mucho su ayuda.
- Para eso estamos.
- Hasta otra, entonces.
Seratram y Niemann salen.
- Así que -dice Hazel- no hay desconfianza.
- Si cree que estamos a ciegas con ellos todo irá mejor. Ahora lo tendremos más vigilado, y pondremos nervioso a nuestro contacto, por lo que se planteará empezar a darnos algo más de información.
- ¡Joder, qué tíos más listos! Con razón fueron tan difíciles de pelar los nazis...
- Más te vale no volver a comparar a la Alemania de hoy con la de Hitler.
- Ey, lo siento.
Mientras, Seratram y Niemann toman su nave y parten de nuevo a la base. Mientras salen de la nave, hablan.
- Hay que aumentar el nivel de seguridad de las comunicaciones. Hay que intentar encontrar desde donde se ha enviado ese mensaje.
- Francis, si alguien del Gobierno está aquí infiltrado, es mejor que digamos la verdad en cuanto podamos. No nos conviene que crean que somos el enemigo.
- Mira que eres pesado. Esto sólo es un problema cualquiera. Ese alemán sospecha algo, se le nota, pero mientras lo tenga entretenido...
- Siempre tan confiado.
- No soy confiado, me gusta vivir tranquilo. Ve a tu habitación y acompaña a mi hermana. No le digas nada sobre lo del mensaje, que sabes que ella se pone más nerviosa que tú.
- No, si se nota que tenéis distintos genes. Bueno, mañana nos vemos.
- Venga, Ser.
Seratram se va, y llega un hombre.
- Buenas, señor.
- Buenas, agente. Al parecer hay un topo en nuestra base. Ha logrado comunicarse con la Tierra. Busque el fallo de seguridad del sistema de comunicaciones.
- Como usted diga.
- Y vigile de cerca a Seratram.
- ¿Al general? Creía que eran amigos desde jóvenes.
- Sí, pero desde el inicio de la misión se comporta de manera extraña y no para de dudar de mi palabra.
- Si usted lo dice... Pero sus comunicaciones no las podemos controlar.
- Lo sé, pero con tenerlo vigilado bastará. No creo que él tenga nada que ver, pero es mejor ser precavido.
Mientras está en su habitación, solo, Niemann medita. Una mezcla de entusiasmo y miedo definen su visión del futuro. Sale, y se encuentra con su hermana.
- Francis, te esperan los oficiales que van a bajar a la Tierra.
- Vale.
- Eh, Francis.
- Dime.
- No te agobies tanto. Todo saldrá bien, ya lo verás. Está todo planeado. Ya sabes cómo es Ser.
- Si no no podría haber aguantado casarse con la hija de Karl Keras, ¿no?
- Pero tu eres un Niemann, puedes con ello.
- Claro.
Niemann besa en la frente a su hermana y se dirige al hangar, donde esperan miles de hombres.
- Señores, el momento ha llegado. Puede que ustedes crean que su misión no es importante, pero lo es. Es cierto que el arma se construirá aquí, pero para poder hacerlo sin complicaciones, requerimos la colaboración de la Tierra. Vosotros haréis sentir a los de allí abajo que somos lo que somos: sus aliados. Haréis que sientan respeto por nosotros, conseguiréis que sus tropas nos sean tan leales como a sus banderas. Tenéis una misión muy importante: crear un vínculo entre la Tierra y nosotros tan fuerte como el metal. Así, cuando llegue el día, ellos y nosotros celebraremos todos juntos la muerte de nuestros enemigos. Cuando erradiquemos la enfermedad que se aproxima a la Tierra, cuando la guerra sea disipada por la victoria, cuando Hades cabalgue aplastando a esa escoria, ambos pueblos festejaremos el fin de una era, y el inicio de una nueva de progreso, de fuerza. A sangre escribiremos nuestro nombre en la historia, a fuego sellaremos nuestro triunfo, y con la muerte haremos una alianza que nos otorgará una vida de ensueño. Id hacia la Tierra con la cabeza bien alta, pero sed cuidadosos. De vosotros depende nuestro futuro. Confío en vosotros.
Los oficiales, eufóricos, aclaman a Niemann. Poco a poco se van montando en sus naves, y se van hacia la Tierra. Niemann se acerca sonriente a su hermana.
- Hermanito, eres un auténtico líder. Nuestros padres estarían orgullosos de ti.
- Y de ti, Mir. Juntos vamos a hacer todos sus sueños realidad.
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